DISCIPULADO Y PERFECCIÓN
                  
                  Algunos aspirantes espirituales de muy buena fe con muy buenas 
                  disposiciones para el trabajo interno, alimentan la falsa idea 
                  de que el discípulo que ha logrado establecer contacto con el 
                  Maestro, es un ser humano plenamente feliz, libre de esos 
                  contratiempos, problemas y dificultades tan comunes al género 
                  humano.
                  
                  El contacto con el Maestro, si bien agudiza 
                  extraordinariamente la percepción espiritual superior, 
                  desarrolla también a extremos inconcebibles la “sensibilidad 
                  humana”. Como resultado de ello la vida del discípulo es un 
                  permanente centro de tensión, en donde coinciden a la par y a 
                  veces por un espacio muy prolongado de tiempo, las energías 
                  espirituales superiores y las fuerzas kármicas de la 
                  personalidad humana.
                  
                  Existen por una parte las obligaciones naturales y sociales 
                  comunes a todas las personas, o sea, los deberes familiares, 
                  profesionales y de relación obligada con los demás y, por la 
                  otra, los altos deberes impuestos por el grado de desarrollo 
                  espiritual alcanzado en el Sendero, así como los que le vienen 
                  impuestos por las necesidades de su particular campo de 
                  servicio.
                  
                  Esta tensión se agudiza extraordinariamente por el hecho de 
                  que siendo la vida del discípulo eminentemente invocativa, 
                  atrae sobre sí un elevado tipo de vibraciones que debe tratar 
                  de controlar y proyectar convenientemente dentro del campo 
                  definido de su esfera de radiación personal.
                  
                  Estas altas vibraciones son de tres tipos: las que proceden de 
                  su propia Alma, las que provienen del Ashrama al cual 
                  pertenece y las indescriptibles del Maestro que lo está 
                  preparando para la iniciación. Mantenerse en equilibrio en el 
                  centro de esta triple vertiente de energías superiores de 
                  Rayo, es tarea muy difícil, pero forma parte inexorable de la 
                  vida del discípulo.
                  
                  La mayoría de los aspirantes espirituales en el Sendero de 
                  probación acostumbran a ver solamente el lado agradable de 
                  este proceso, es decir, la delicia inefable del contacto con 
                  el Maestro, el derecho de ingreso en un Ashrama, la conquista 
                  del conocimiento esotérico y el control y desarrollo de 
                  ciertos poderes psíquicos. Frecuentemente olvidan el lado 
                  desagradable o difícil creado por el choque y fricción de las 
                  energías superiores invocadas sobre el cuerpo kármico del 
                  discípulo. Éste, al igual que todos los seres humanos se debe 
                  a una ley de herencia, interna y externa, cuyos distintos 
                  aspectos gravitando sobre su ánimo le producen a veces gran 
                  confusión y profundas contrariedades. El discípulo es, 
                  simbólicamente hablando, “una presa que se disputan a la par 
                  Dios y el Diablo”, el Ángel de la Presencia y el Morador del 
                  Umbral, los testigos de la Luz y los Ángeles de las Sombras.
                  
                  La lucha que tiene lugar en los tres niveles de actividad 
                  personal del discípulo: mente concreta, cuerpo emocional y 
                  cuerpo físico, da lugar a intensas crisis, cuya grandeza, 
                  profundidad y dramatismo raramente son justipreciadas por 
                  cuantos le rodean. Bastará decir que el discípulo se halla 
                  “clavado en la gran cruz de la experiencia”. El karma humano, 
                  simbolizado por el brazo horizontal de esta cruz y la 
                  oportunidad divina, o Sendero espiritual, simbolizado por el 
                  brazo vertical de la misma, han de llegar a un total 
                  equilibrio antes de que el discípulo se convierta en un 
                  Iniciado, en un hombre perfecto.
                  
                  En tanto que este hecho no se produzca -y el camino de tal 
                  realización es largo y penoso- pueden pasar varias vidas, en 
                  el transcurso de las cuales se suceden las experiencias a un 
                  ritmo vertiginoso, con su consiguiente secuela de problemas y 
                  adversidades. Felizmente el discípulo conoce ciertas reglas y 
                  maneja ciertas leyes que endulzan su vida y le permiten 
                  soportar la tremenda presión del torbellino de fuerzas en que 
                  se halla sumergido.
                  
                  El hecho de ser un discípulo y de tratar de ajustarse al 
                  supremo dictado de la Ley es una gloria, pero también una 
                  terrible responsabilidad. Él es un testigo de la Luz y un 
                  Servidor del Plan. Estas dos fases indican el principio y el 
                  fin, el alfa y el omega del propósito creador de la vida, 
                  desde que se inicia la búsqueda espiritual como un simple 
                  aspirante devoto, pero todavía lleno de ilusiones, hasta que 
                  se alcanza la más elevada iniciación. El esfuerzo es 
                  proporcional a la altura alcanzada en el Sendero, así como el 
                  sentido de responsabilidad que llega a convertirse en profundo 
                  motivo de dolor en determinados estadio de la búsqueda.
                  
                  Crisis y tensiones
                  
                  Las crisis y tensiones dentro de la vida de un discípulo se 
                  agravan o acentúan considerablemente, cuando en aras de 
                  ciertos aspecto definidos de su vida como un servidor 
                  consciente de la Jerarquía, debe presentarse ante el mundo 
                  como lo que realmente es, como un discípulo del Maestro, pues 
                  entonces converge sobre él la atención mental, no siempre 
                  correcta y debidamente enfocada, de multitud de aspirantes en 
                  el Sendero que “le toman como ejemplo de sus vidas”. El punto 
                  focal “discípulo” es en este caso un centro de impactos, la 
                  mayor parte de ellos de carácter emocional, provenientes de 
                  los deseos, esperanzas y temores de todos aquellos aspirantes 
                  que ven, o creen ver en él, a alguien en quien pueden 
                  realmente confiar. Existe también el alto deber por parte del 
                  discípulo, de ser para todos aquellos que en él piensan y 
                  confían un testimonio vivo de Fuerza y Comprensión.
                  
                  Por estas y otras muchas razones, la vida de un discípulo en 
                  encarnación física no siempre puede demostrar ostensiblemente 
                  su bien ganado desarrollo espiritual ni las múltiples 
                  cualidades adquiridas a fuerza de sacrificio de “lavar sus 
                  pies en la sangre del corazón”.
                  
                  Hace algunos años tuvimos oportunidad de establecer contacto 
                  íntimo con algunos discípulos aceptados; estábamos seguros que 
                  lo eran por haber previamente constatado su filiación con 
                  algunos Miembros de la Gran Fraternidad Blanca. Pudimos 
                  comprobar a veces, con el consiguiente estupor, que en sus 
                  relaciones sociales parecían haber olvidado ciertas reglas 
                  internas, como si hubieran perdido momentáneamente su conexión 
                  con el mundo elevado de las causas. Esto fue motivo de muy 
                  agudo sufrimiento.
                  
                  Un día mientras esperábamos al Maestro, comenté el caso con 
                  R... y con algunos otros de mis condiscípulos del Ashrama. En 
                  aquella ocasión inició el Maestro así Su plática:
                  
                  “No juzguéis nunca las cosas ni las personas por la 
                  sensibilidad que os producen, sino por su grado de 
                  efectividad. Estad seguros que si Nosotros exigiéramos de 
                  inmediato una plena sujeción a leyes internas no habría 
                  discípulos a quienes entrenar ni servidores en quienes hacer 
                  gravitar una importante parte de Nuestro trabajo en el mundo. 
                  De la misma manera que exigimos INTENClÓN respecto al mundo 
                  interno, exigimos también TRABAJO eficaz en el mundo externo. 
                  Y no siempre los que realizan el Trabajo en el mundo externo 
                  son los mejores en el mundo interno. Pero, el hecho de que, 
                  “sinceramente trabajen y luchen por ayudarnos” hace que los 
                  mantengamos conectados con la energía que emana de los Altos 
                  niveles espirituales...”
                  
                  Estas palabras del Maestro que demostraban su exquisito 
                  interés por resolver nuestras más mínimas dudas en el mundo 
                  mental, dejaron profunda huella en mi corazón y aprendí a 
                  suspender el juicio cuando se trataba de comentar la actitud 
                  de ciertos aspirantes y discípulos. Las razones del Maestro 
                  eran además concluyentes en el sentido de que no siempre el 
                  equipo kármico de un discípulo le permite expresar claramente 
                  la grandeza de su vida espiritual. Esta circunstancia hace que 
                  las reglas de humildad que se aprenden en el Ashrama y deben 
                  practicarse en el mundo, sean la mayor salvaguardia del 
                  discípulo en lo que a crítica humana se refiere.
                  
                  Misión y sensibilidad
                  
                  Existen particularidades en la vida de un discípulo que no 
                  pueden ser juzgadas con ligereza por aquellos que pretenden 
                  “estar hollando el Sendero". Debemos recordar al respecto las 
                  palabras del Maestro D. K.: “La sensibilidad es una prueba de 
                  evolución espiritual, pero es también una prueba kármica en la 
                  vida del discípulo”. Existe una relación muy directa entre 
                  “prueba kármica” y “crisis Iniciática”. Esta relación se basa 
                  en el hecho de “precipitación de energías” dentro de la vida 
                  del discípulo. Los cuerpos periódicos del mismo: mente 
                  concreta, cuerpo emocional y cuerpo físico, altamente 
                  sensibilizados, actúan como un potente imán que atrae sobre su 
                  personalidad una considerable cantidad de karma que 
                  normalmente hubiera precisado varias vidas para ser consumado. 
                  Esta circunstancia sitúa de nuevo frente a nosotros el 
                  problema de “aceleración” del proceso evolutivo planetario del 
                  cual el discípulo es un elevado exponente.
                  
                  La humanidad como un todo sufre también las consecuencias del 
                  tremendo despliegue de energías planetarias y extraplanetarias 
                  puestas en juego en estos drásticos momentos de aceleración 
                  evolutiva o de precipitación kármica, y la interminable 
                  secuela de guerras y conflictos reseñados por doquier y desde 
                  el principio mismo de la historia, así como las terribles 
                  convulsiones geológicas en muchas partes del mundo, son una 
                  prueba de potencia de estos terribles impactos. Esta 
                  afirmación no es en manera alguna un intento de justificar la 
                  guerra o cualquier convulsión social o geológica, sino 
                  simplemente un deseo de evidenciar el pesado bagaje kármico 
                  que subyace todavía en el fondo subconsciente de la humanidad, 
                  y que la potente presión de las energías superiores de 
                  “precipitación” pone a flote, en la superficie de la 
                  conciencia, para que eventualmente pueda ser liberado. El 
                  discípulo es, en todo momento, una dramatización superior del 
                  estado de conciencia humana en un momento cíclico o histórico 
                  del mundo, y contemplando su vida llena de crisis y tensiones, 
                  se perfila una imagen clara del destino de emergencia 
                  espiritual para la cual se está preparando y se está 
                  preparando asimismo en sus distintos niveles toda la 
                  humanidad.
                  
                  Los Ashramas de la Jerarquía tienen pues una misión bien 
                  definida en estos momentos cruciales de la historia humana. 
                  Las palabras crísticas: “Llamad y se os abrirá, pedid y se os 
                  dará”, se refieren exactamente a este derecho de entrada en 
                  los Ashramas, pues es en los mismos donde se prepara el ser 
                  humano para su glorioso destino espiritual. Tal derecho, 
                  pagado a precio de alta devoción y sacrificio en determinadas 
                  etapas, está hoy día al alcance de todos los aspirantes del 
                  mundo. No existe una limitación para el enorme deseo del 
                  hombre de progresar y de ocupar un puesto de honor dentro de 
                  las filas de los servidores de la humanidad.
                  
                  Cuando por primera vez fuimos admitidos en el Ashrama, después 
                  de formular los correspondientes votos (o juramentos) ante 
                  QUIÉN puede hacerlos realmente sagrados e inviolables, tuvimos 
                  el honor de escuchar mucho de lo que les estoy diciendo de 
                  labios de nuestro glorioso Mentor. Una de las cosas que el 
                  Maestro recomendó especialmente fue “que viviésemos 
                  profundamente apercibidos de la hora solemne que estaba 
                  viviendo la humanidad”, no sólo por la entrada de nuestro 
                  planeta dentro de la zona de influencia de la constelación de 
                  Acuario (que marca el destino de la Nueva Era), sino también 
                  por las enormes presiones de energías extraplanetarias y de 
                  allende nuestro sistema solar, que convergían sobre la tierra 
                  preparando a la humanidad para ciertos cambios fundamentales 
                  dentro de las estructuras de la sociedad organizada donde 
                  realiza actualmente su evolución.
                  
                  Estamos viviendo unos momentos realmente dramáticos y 
                  decisivos en la vida de la humanidad y todos podemos 
                  contribuir inteligentemente y con buena voluntad a resolver 
                  las agudas crisis y tensiones de este angustioso período 
                  mundial. Piensen constantemente en la posibilidad de ser 
                  admitidos en un Ashrama, en su Ashrama. No se crean inferiores 
                  a otros que se encuentran ya allí. Pueden establecer también 
                  relaciones y vinculaciones de orden espiritual superior si 
                  mantienen firmemente el propósito de buena voluntad, de amar y 
                  de servir. Vale la pena intentarlo. Al final de cierto estadio 
                  el Maestro aparecerá para decirles: “Habéis llamado, entrad”, 
                  “Habéis pedido tomad”. Y empezarán entonces a ser desgarrados 
                  “los velos del Templo” que ocultan la infinita grandeza de sus 
                  propias vidas.
                  
                  “Cuando el discípulo está preparado” es decir, cuando ha 
                  penetrado profundamente en una dimensión de vida superior a la 
                  normal, “surge el Maestro”.
                  
                  Tal acontecimiento viene precedido de una pequeña luz, que 
                  irradia desde el centro superior de la cabeza del aspirante y 
                  que va creciendo hasta ser visible por Aquél que desde el 
                  principio mismo de los tiempos tiene enlazada Su vida con la 
                  suya. Es en este momento y no antes que el término “discípulo” 
                  empieza a tener un significado real y práctico y no 
                  simplemente teórico. La vida del aspirante empieza a sufrir 
                  entonces profundas modificaciones. Tales modificaciones, 
                  expresadas por medio de violentas tensiones y agudas crisis, 
                  van purificándole paulatinamente hasta hacerle entrar “en 
                  aquella gran corriente de vida espiritual” de la que ya 
                  prácticamente no se retorna. Todos sabemos naturalmente estas 
                  cosas que a fuerza de decirlas se han convertido en tópicos 
                  habituales, de ahí que su significado realmente místico y 
                  espiritual y su aplicación práctica y esotérica, sólo están 
                  reservadas a aquellos que están verdaderamente conectados con 
                  el supremo propósito de la vida.
                  
                  Una lucha en la dimensión sutil
                  
                  Las personas que por ignorancia más que por otra causa 
                  practican el mal, sólo pueden atacar el aspecto inferior de 
                  aquellos contra los cuales sienten alguna forma de animosidad 
                  o antipatía. Utilizan a este fin cosas físicas, etéricamente 
                  relacionadas con los sujetos que son centro y blanco de su 
                  malas intenciones y actúan luego decididamente contra estas 
                  cosas. Esta actividad se transmite por simpatía de vibraciones 
                  en aspectos definidos de mal sobre quienes fueron propietarios 
                  o utilizaron tales cosas y se establece así una corriente 
                  ininterrumpida de mal que va desde quien lo practica a la cosa 
                  u objeto de referencia y de ahí al sujeto a quien se pretende 
                  perjudicar, una corriente magnética que de no ser debidamente 
                  atajada por destrucción de tales elementos físicos de 
                  referencia, llega a destruir progresiva y sistemáticamente la 
                  red etérica protectora de determinados órganos físicos sobre 
                  los cuales se actúa, hasta provocar la muerte física por 
                  destrucción de aquellos elementos de defensa, o a provocar 
                  tensiones negativas de orden moral o emocional que pueden 
                  derivar asimismo hacia la obsesión y a la locura.
                  
                  “Toda forma de magia negra obedece a idéntico principio de 
                  separatividad humana, de negación de la luz espiritual, es 
                  decir, al triunfo de la ignorancia, del egoísmo y de la mala 
                  voluntad sobre las correctas intenciones de los hombres. 
                  Existe, no obstante, una notable diferencia desde el ángulo 
                  esotérico entre las formas de magia negra".
                  
                  La diferencia no es de base o de principio, sino de 
                  intensidad, de grado o de nivel. La magia negra del ignorante 
                  sólo bordea las orillas de lo físico y de lo astral inferior; 
                  la magia del verdadero mago negro, de aquel que sabe 
                  perfectamente lo que hace, se origina principalmente en el 
                  plano mental concreto y actúa conscientemente y con pleno 
                  conocimiento de causa, persiguiendo unos fines que no atentan 
                  solamente contra la seguridad física, emocional o mental de 
                  determinados individuos, sino que se enfrentan decididamente y 
                  utilizando grandes poderes contra el Plan mismo del Creador, 
                  contra el proceso de la evolución humana y muy definidamente 
                  contra todos aquellos que de una u otro manera han decidido 
                  colaborar en el desarrollo de este Plan.
                  
                  Ahora bien, los “magos negros” a los que yo por experiencia 
                  debo referirme, van mucho más allá, tal como anteriormente he 
                  dicho, no sólo por la inteligencia que despliegan sino por el 
                  gran poder que utilizan. Una de las razones más importantes 
                  desde el ángulo de estas consideraciones es que los “magos 
                  negros” propiamente dichos están organizados en forma de 
                  Logia, siguiendo sus miembros idéntico o muy parecido sistema 
                  de entrenamiento y proceso de iniciación a los que se adaptan 
                  las gloriosas huestes de la LUZ que constituyen la Gran 
                  Fraternidad Blanca del Planeta.
                  
                  Al estar sujetos los “magos negros” en sus distintas 
                  gradaciones a este sistema de entrenamiento científico, que 
                  involucra el conocimiento de la ley que regula las energías y 
                  fuerzas planetarias, y de ciertos mántrams de invocación de 
                  los devas inferiores o elementales de las sombras que viven y 
                  se desarrollan en el seno profundo de lo podríamos llamar 
                  “subconsciencia planetaria”, el alcance de su poder es enorme 
                  y su radio de acción se extiende incluso y alcanza la vida de 
                  los propios discípulos mundiales en proceso de alineamiento 
                  con sus almas y de integración con la vida espiritual. 
                  Afortunadamente para estos discípulos y para la humanidad 
                  entera, el poder los “magos negros” termina en las fronteras 
                  del mundo espiritual, allí donde empieza la verdadera y 
                  fecunda actividad de los Hermanos Mayores de la Humanidad, de 
                  los Maestros de Sabiduría e Iniciados de la Gran Logia Blanca 
                  y el poder beneficioso de las Huestes de la Luz.
                  
                  Hay que reconocer no obstante, que hasta que los cuerpos 
                  inferiores de un discípulo no estén debidamente purificados y 
                  controlados, la actividad de los magos negros puede hacer 
                  mella sobre ellos y convertirlos en “centro de sus terribles y 
                  maléficos ataques”…
                  
                  Deseamos ilustrar más amplia y definidamente sobre este 
                  difícil pasaje en la vida de un discípulo espiritual, para 
                  ello me remitiré a mi propia experiencia personal.
                  
                  Tentación y magia negra
                  
                  … “No voy a repetir aquí algo que todo verdadero aspirante 
                  espiritual debe forzosamente saber respecto al poder 
                  invocativo de los fuegos mayores o de redención por medio de 
                  ciertos mántrams sagrados. Me limitaré únicamente a decir que 
                  dentro de un Ashrama de la Jerarquía, en donde se supone que 
                  el discípulo que del mismo forma parte se halla 
                  convenientemente preparado espiritual y personalmente, sólo 
                  con mucha discreción y reticencia se le confían fórmulas 
                  mantrámicas de alto poder invocativo y aún en todo caso cuando 
                  la presión de ciertas circunstancias o la gravedad de un caso 
                  concreto así lo justifiquen. En cierta ocasión, hace de ello 
                  unos años, tuve oportunidad de experimentar directamente sobre 
                  mi vida personal el ejercicio de esta ley reguladora de 
                  transmisión de mántrams de poder o de invocación de los Fuegos 
                  sagrados de la Naturaleza. Mi Alma primero y mi Maestro 
                  después fueron los sagrados vehículos de aquella espiritual 
                  transmisión. Los hechos, como siempre, eran consecuencia de un 
                  ferviente e intenso vivir en pos de la Realidad superior 
                  presentida. Pero, vean por favor, los hechos:
                  
                  Se trataba específicamente de contrarrestar la acción sobre mi 
                  vida mental y psíquica de unas potentes y maléficas 
                  influencias provenientes según pude comprobar más tarde de 
                  ciertas zonas definidas de mal radicadas en remotos y sombríos 
                  lugares del Planeta. Las cualidades de bien que empiezan a 
                  desarrollarse en la vida de un discípulo, atraen 
                  inmediatamente la atención no sólo de las Fuerzas bienhechoras 
                  de la Naturaleza que encuentran en ellas un nuevo cauce para 
                  su expresión, sino también y en forma todavía más acusada, 
                  dadas las características kármicas del discípulo, de las 
                  aviesas intenciones de los adeptos y miembros de la llamada 
                  Logia Negra del planeta, una Corporación de seres -no me 
                  atrevo a llamarlos humanos- que practican conscientemente el 
                  mal y se oponen deliberadamente al bien. Estos desgraciados 
                  seres, inteligentes pero sin corazón, se alimentan -por así 
                  decirlo- de la sustancia de las sombras, trabajan mayormente 
                  durante la noche y se aprovechan para el logro de sus innobles 
                  fines de la debilidad espiritual de una parte considerable de 
                  la raza humana, de las energías de baja vibración generadas 
                  por las entidades situadas en el arco descendente o de 
                  involución de la vida planetaria, del poder engendrado por la 
                  espantosa lucha del deseo inconsumado de los hombres, del 
                  oscuro fluir astral y etérico de sus bajas inclinaciones y del 
                  terrible choque que en el mundo mental sostienen las ideas y 
                  voluntades de los seres humanos que originan la gran herejía 
                  de la separatividad humana con su espantosa secuela de guerras 
                  y conflictos. Toda esta fuerza, esencialmente material, 
                  separativa y destructiva es aprovechada por “los señores de 
                  las sombras”, por esos expertos “magos negros”, para fomentar 
                  dentro de las conciencias humanas las semillas del odio y de 
                  la destrucción y se centra preferentemente contra la vida de 
                  aquellos que por comprensión superior y en forma definida y 
                  constante, empiezan a liberarse de sus particulares egoísmos y 
                  seguir las sendas del Bien.
                  
                  Como me encontraba a la sazón en aquel caso, no pude escapar 
                  ni a la regla ni al proceso, siendo en lo que al discípulo se 
                  refiere, la regla la tentación y el proceso la crisis. En su 
                  interacción la tentación y la crisis subsiguiente constituyen 
                  la más amarga prueba del Sendero, aquello que místicamente se 
                  conoce como “la Noche del Alma”. Pero, si se mantiene la 
                  firmeza espiritual y se acepta noblemente y sin rencor el 
                  desafío de los hechos, el Alma penetra entonces más 
                  profundamente dentro de la LUZ, AMOR Y PODER de Aquél que es 
                  Guía espiritual de nuestra vida...
                  
                  Horas terribles
                  
                  ... Durante el desarrollo de aquel proceso al que me refiero 
                  pasé horas muy terribles coloreadas de un profundo dramatismo, 
                  más acusadas todavía por el hecho de que en aquellos momentos 
                  me era negada incluso la posibilidad de invocar la energía 
                  interna. Durante un período bastante prolongado de tiempo “no 
                  me era permitido siquiera dormir”. En mi alcoba se daban cita 
                  a la hora del descanso nocturno una serie de entidades de 
                  aspecto terrorífico que una y otra vez me atormentaban con 
                  visiones deprimentes que diluían mi imaginación y envenenaban 
                  mi ánimo. Me era absolutamente imposible concentrar mi mente 
                  en el Maestro y en el Ashrama. Cuando empezaba a recitar la 
                  Gran Invocación, una fórmula de gran poder que siempre me 
                  conectaba con la energía de los Altos Lugares, ruidos por 
                  todas partes de la habitación me impedían coordinar las 
                  distintas estrofas de la misma. La imagen de Cristo que 
                  habitualmente percibía con gran nitidez y me servía de 
                  luminoso punto de referencia en mis meditaciones, era 
                  suplantada por imágenes horribles y bestiales.
                  
                  En el desarrollo de este para mí nuevo e inesperado proceso 
                  que consideraba trascendido desde mi ingreso en el Ashrama, 
                  pude comprender por mí mismo el alcance universal y profundo 
                  de aquel estado que llamamos de tentación. Tentaciones eran en 
                  efecto todas las intromisiones de mal dentro de mi conciencia, 
                  es decir, de aquellas visiones morbosas unas, nefastas otras, 
                  de aquellos ruidos, profundos dolores de cabeza, incapacidad 
                  de concentración, pérdidas de percepción espiritual y una 
                  creciente debilidad física. Toda aquella horrible pesadilla 
                  era concretamente una invitación a volverme atrás del camino 
                  espiritual que había emprendido, y me hubiese resultado 
                  ciertamente fácil hacerlo, renunciando a la vida de servicio y 
                  de comunión con el Ashrama y el Maestro y hacer la vida normal 
                  y corriente de la inmensa mayoría de los seres humanos. La 
                  vida de un discípulo no es, sin embargo, una vida común y 
                  corriente, entendiendo por ello un plegamiento sin lucha y sin 
                  resistencia al fluir de lo habitual es, por el contrario, una 
                  vida de esfuerzo y de sacrificio que ha de conducir a la 
                  perfecta integración espiritual. Como se dice muy bien en 
                  ciertos textos sagrados relativos a la vida de un discípulo en 
                  encarnación física: “La peor tentación es vivir sin 
                  tentaciones”, pues la tentación hace surgir a flor de 
                  conciencia las debilidades ocultas del discípulo, aviva los 
                  rescoldos de pasión de un fuego que parecía muerto, pero que 
                  sólo estaba dormido y muestra las profundas sutilezas de 
                  personal morbosidad incrustadas en los desconocidos repliegues 
                  de la conciencia que deben ser destruidas antes de enfrentarse 
                  con el terrible poder del Fuego iniciático.
                  
                  El Maestro nos había advertido ya de la existencia de estos 
                  sutiles impedimentos dentro de la conciencia, pero yo había 
                  aceptado Sus palabras más como una enseñanza teórica destinada 
                  al equipo de nuestro conocimiento que como una sagrada 
                  advertencia a “vivir profundamente apercibidos frente a la 
                  inevitable condición humana de nuestra vida kármica”. En lo 
                  más intenso de la lucha, mientras se desarrollaba el proceso, 
                  tuve de improviso un luminoso vislumbre del alcance universal 
                  de las palabras del Maestro y decidí renunciar al descanso y 
                  al placentero diálogo con lo habitual y aceptar el creciente 
                  desafío de los hechos, tratando de paliar en lo posible los 
                  impactos dirigidos contra mis cuerpos sutiles por los magos 
                  negros.
                  
                  No sabía cuánto podía durar aquel estado de cosas, sólo sabía 
                  que debía resistir, luchar y ampararme en el bien de mi alma. 
                  Durante el día, mayormente durante el período solar, el más 
                  favorable para la meditación espiritual, me esforzaba por 
                  reagrupar mis pensamientos esparcidos y debilitados y 
                  dirigirlos hacia el Maestro y el Ashrama prosiguiendo lo mejor 
                  que me era posible mis tareas profesionales y las propias del 
                  campo de servicio que voluntariamente había elegido.
                  
                  Mientras tanto, mi cuerpo físico cada vez más debilitado por 
                  efecto de esta lucha, mayormente por la imposibilidad de 
                  dormir y descansar por las noches, amenazaba llegar por 
                  desgaste a un punto crítico de tensión, pasado el cual sólo 
                  era previsible la aniquilación física con la pérdida de una 
                  oportunidad cíclica de evolución espiritual. Fue precisamente 
                  al llegar a este punto de extrema tensión cuando sobrevino la 
                  acción universal.
                  
                  La acción universal
                  
                  Una noche mientras me hallaba como desde hacía ya tanto tiempo 
                  bajo la presión de las fuerzas negativas a las que 
                  anteriormente hice referencia y me preparaba ya a pasar otra 
                  noche sin poder dormir y a afrontar pacientemente todas las 
                  posibles y extenuantes molestias de aquellas fuerzas que 
                  habían hecho ya acto de presencia dentro de mí y a mi 
                  alrededor, oí resonar clara y distintamente dentro de mi 
                  conciencia la voz del Maestro. Un profundo y extraordinario 
                  sentimiento de gozo hizo desbordar de ternura mi corazón 
                  acongojado. En aquella ocasión el Maestro se limitó a decirme: 
                  “El momento es llegado. Pronuncia conmigo y graba en tu 
                  conciencia estas palabras”. Se trataba de un mántram 
                  específico de gran poder, relacionado como pude averiguar más 
                  tarde, con el Fuego de Shamballa. Era una extraña fórmula 
                  mágica al parecer muy sencilla, pero dotada de ciertas 
                  inflexiones que yo trataba de repetir siguiendo el consejo del 
                  Maestro, y de ciertas pausas que sentía resonar poderosamente 
                  dentro de mí como si yo fuese una campana hueca sometida a la 
                  acción de un tremendo badajo. Durante unos momentos y en tanto 
                  seguía yo recitando bajo la guía oral del Maestro aquella 
                  fórmula mágica de invocación superior, me pareció recordar 
                  vagamente aquellas cadencias y aquel ritmo. En efecto, aquel 
                  mántram traía a mi recuerdo sonidos de un aire familiar, como 
                  si no fuese aquella la primera vez que yo los emitía o los 
                  escuchase. ¿Sería aquélla la invocación directa del Ángel 
                  Solar, de mi verdadero yo espiritual, o acaso una síntesis a 
                  mi alcance en aquellos momentos del Poder del Rayo espiritual 
                  de mi vida que se expresaba a través de mi alma solar o 
                  interna? En aquellos momentos todo me parecía posible pues 
                  sentía resonar dentro de mí la voz del Maestro, aquella voz 
                  tan íntimamente conocida, cuyas inflexiones evocaban en mí el 
                  cálido aliento de lo eterno y la aspiración a las más elevadas 
                  esferas y dimensiones…
                  
                  …De inmediato ví que penetraba en mi alcoba un resplandeciente 
                  Deva. Su rostro, del que emanaban luminosos rayos expresaba 
                  indomable firmeza y resolución. Llevaba en Su diestra una 
                  espada centelleante de la que emanaban ígneos destellos y la 
                  dirigía describiendo movimientos circulares 
                  extraordinariamente rápidos contra todas aquellas sombras y 
                  formas terroríficas que desde hacía tanto tiempo se habían 
                  enseñoreado de mi alcoba y de mi ánimo. Aunque esta lucha 
                  parecía tener lugar fuera de mí, por cuanto me era posible 
                  presenciarla, sentía que se desarrollaba profundamente dentro 
                  de mi corazón y me sería imposible describir los espantosos 
                  gritos, gemidos y blasfemias que originaba en lo más íntimo de 
                  mí mismo la acción de la espada flamígera del Deva...
                  
                  …Finalmente, mi alcoba quedó totalmente iluminada aunque no 
                  percibía nada objetivo de la misma, lo cual me demostraba que 
                  aquella espantosa lucha no había tenido lugar en el plano 
                  físico, sino en otra dimensión más sutil. Sólo percibía en 
                  aquellos momentos y dentro de la luz al Ángel de la Presencia, 
                  al poderoso Deva solar que había acudido a socorrerme y que 
                  ahora al contemplarle serenamente me parecía íntima y 
                  extrañamente familiar, como si fuese parte consubstancial de 
                  mí mismo.
                  
                  La paz reinaba entonces en mi espíritu, una paz que desde 
                  hacía tiempo parecía haber perdido. Cuando lleno de emoción 
                  quise expresarle mi agradecimiento al Ángel auxiliador, éste 
                  me hizo un signo profundamente amistoso como de despedida y 
                  desapareció del campo de mis percepciones. La luz continuaba 
                  brillando dentro de mí y aunque era plenamente consciente de 
                  todo, nada distinguía todavía de los objetos de mi alcoba. 
                  Súbitamente sentí dentro de mi ser aquel profundo sentimiento 
                  de expectación, imposible de ser explicado en palabras, que 
                  preludiaba la proximidad del Maestro y Su voz resonó de nuevo 
                  dentro de mi alma en silencio. Entonces lo vi por primera vez 
                  fuera del Ashrama, allí a mi lado, en el interior de mi 
                  humilde alcoba, jamás tan humilde ante Su presencia. No me 
                  dijo nada. Se limitó a sonreírme con inefable ternura y a 
                  bendecirme. Desapareció muy luego como anteriormente lo había 
                  hecho, el Gran Deva solar, y paulatinamente mi conciencia fue 
                  penetrando en el mundo de lo habitual. Empecé a percibir 
                  entonces los objetos de mi alcoba y a ser plenamente 
                  consciente en mi cerebro físico. La paz que sentía entonces 
                  dentro de mi mente y corazón, era un testigo inmediato e 
                  incontrovertible de mi contacto con el Maestro, y con el ánimo 
                  profundamente tranquilo y sosegado pude entregarme ya sin 
                  reservas a un reconfortante descanso físico del que desde 
                  hacía tanto tiempo había estado absolutamente privado.
                  
                  Días más tarde, en el suave retiro del Ashrama al que tenía 
                  nuevamente acceso después de haber consumado la crisis pasada, 
                  el Maestro me impartió la correspondiente enseñanza de mi 
                  estado y me confió de acuerdo a mi temperamento y condición un 
                  positivo mántram de dispersión de las fuerzas del mal que 
                  tratasen en lo sucesivo de penetrar en el área de mi 
                  conciencia. Al hacerlo me dijo que los mántrams o sonidos 
                  mágicos que me había oralmente transmitido en el momento 
                  cumbre de mi crisis se irían borrando paulatinamente de mi 
                  memoria. “Solo en determinado ciclo iniciático de tu vida -me 
                  dijo- volverás a utilizar aquel conjunto de palabras y sonidos 
                  que te impidieron sucumbir a la presión del mal y a la 
                  actividad de las fuerzas oscuras del planeta, pero entonces 
                  aquellos mántrams serán en tus manos una clave de poder 
                  universal para salvar a la humanidad y no solamente para 
                  ayudarte a ti mismo”. Y prosiguió mirándome profundamente: “Te 
                  darás cuenta entonces que aquella Voz, la Voz del ritmo solar 
                  expresado en ciertas cadencias, sonidos y definidas palabras, 
                  era tu propia voz, la voz de tu Alma, del Ser inmortal, cuya 
                  eterna liberación y su retorno a la patria solar, dependen 
                  única y enteramente de tu plena adaptación a las leyes del 
                  universal servicio y de fraternal abnegación en favor de los 
                  demás, como lo hicieron el Buda, el Cristo y todas las 
                  personalidades insignes de la Raza”.
                  
                  Estas palabras del Maestro, aparentemente tan sencillas, 
                  tuvieron para mí un profundo significado y me permitieron 
                  entrever etapas futuras de la raza humana, en las que la 
                  Divinidad expresaría a través del hombre el poder de la vida 
                  universal que todo lo compenetra y unifica, fundiendo en un 
                  eterno abrazo las dos grandes corrientes de energía promotora 
                  de toda posible evolución, las de la Materia y las del 
                  Espíritu, de la Vida y de la Forma, que en el mágico 
                  equilibrio de sus aparentemente opuestas expresiones deben 
                  producir la liberación del Alma, del Ángel Solar, de la 
                  Conciencia humana.
                  
                  El ángel de la presencia
                  
                  Desearíamos que la experiencia que acabamos de relatar, 
                  hubiese cumplido su finalidad de ilustrar sobre este punto tan 
                  vago e incierto de lo que en términos religiosos se le 
                  denomina “tentación". En realidad, la tentación es un aspecto 
                  obligado de la vida de un discípulo y de todo hombre 
                  espiritual, ya que es a través de un proceso o sistema 
                  escalonado de tentaciones, que el hombre consigue penetrar un 
                  día en el Sendero iniciático y convertirse en un mago blanco, 
                  en un Testigo de la Luz y en un Servidor del Plan.
                  
                  Hay una relación directa, regida siempre por las leves de 
                  analogía, entre las tentaciones, las crisis y los períodos de 
                  emergencia espiritual. Son aspectos consubstanciales de un 
                  proceso único de perfección, de un intento cada vez más 
                  definido de penetrar el gran misterio de la vida humana. La 
                  tentación y el proceso de lucha que ella promueve tienen por 
                  finalidad “purificar el ánimo del hombre” y hacerle consciente 
                  de los poderes espirituales que en sí mismo residen. Sin la 
                  tentación el proceso evolutivo de la raza humana sería muy 
                  largo. Su acción obligada en la vida del hombre espiritual es 
                  una oportunidad infinita de redención. No es tentado el hombre 
                  común, cuya existencia es de contemporización con el ambiente 
                  establecido, siempre de acuerdo con todo con tal que no se le 
                  arrebaten sus intereses materiales ni se le exijan demasiados 
                  esfuerzos. Sólo es realmente “tentado” aquel que ha visto un 
                  rastro de Luz dentro de sí y ha decidido seguir este rastro 
                  hasta el fin. Esto quiere significar que la tentación, como 
                  proceso universal de purificación, opera por grados dentro del 
                  corazón humano y que a más profundidad de vida y a más riqueza 
                  de cualidades más intensidad de tentación y más profundas 
                  crisis corresponden.
                  
                  Para los entendidos, para aquellos que han entreabierto algo 
                  más el velo de misterio de Isis, se trata en realidad del 
                  enfrentamiento del discípulo con aquella entidad que los 
                  esoteristas denominan el “Guardián del Umbral”. Se trata de un 
                  misterioso ser creado con la sustancia de nuestros bajos 
                  pensamientos e innobles deseos generados a través del tiempo, 
                  desde el momento mismo de la individualización, en que por 
                  primera vez el hombre animal de las primitivas razas fue 
                  dotado del principio de la mente, hasta nuestros días. Es el 
                  terrible Guardián de los Misterios sagrados y ninguno de estos 
                  misterios puede serle revelado al hombre si no destruye antes 
                  esta misteriosa Entidad creada en nosotros y por nosotros con 
                  los burdos materiales de la ignorancia, la vileza y el 
                  egoísmo. Este ser es por ley el centro y refugio de todo 
                  síntoma de mal planetario, de toda actividad de magia negra en 
                  el mundo, pues de la misma manera que todo ser humano tiene su 
                  propio Guardián del Umbral, su propio demonio tentador, existe 
                  asimismo a escala planetaria el Guardián del Umbral del mundo, 
                  creado y sostenido por la actividad de los guardianes del 
                  Umbral de los hombres, de las razas y de las naciones y es 
                  centro, sede y receptáculo de todo sedimento de mal en el 
                  Planeta. Es definidamente aquel Centro oscuro de Poder 
                  maléfico al que me he referido siempre cuando en mis escritos 
                  he hablado concretamente de “Magia Negra”, del cual extraen su 
                  maligno poder todos aquellos que consciente o 
                  inconscientemente practican el mal en este mundo.
                  
                  ¿Se han percatado Uds. ahora de la efectividad necesaria del 
                  propósito divino subyacente en el obligado proceso de 
                  tentación en el hombre superior? Es la única manera de 
                  desenmascarar al terrible Guardián y de destruir esta Hidra de 
                  mil cabezas de las pasiones humanas. Es, por otra parte, el 
                  único medio de invocar la fuerza redentora del Ángel de la 
                  Presencia, de nuestra Alma inmortal que en estos períodos 
                  críticos en que todo, cielo y tierra, parecen habernos 
                  abandonado, surge triunfante la espada flamígera en alto para 
                  librarnos de la influencia del mal y llevarnos luego, 
                  confiados y seguros, por el camino del Bien y de la 
                  Bienaventuranza…
                  
                  El misterio de la Paz
                  
                  El discípulo, por el hecho de serlo, no goza de ningún 
                  privilegio especial, ni de ningún poder determinado para 
                  conjurar las crisis de su vida personal. Por el contrario, hay 
                  un proceso de “precipitación kármica”, invocado precisamente 
                  por las circunstancias específicas que concurren en su vida. 
                  Una vida sin tensiones carece de resonancias espirituales, 
                  como las cuerdas de un arco deben estar muy tensas para poder 
                  disparar la flecha. En el caso del discípulo la flecha es el 
                  propósito espiritual, el arco su existencia personal, las 
                  crisis, son por analogía, la potente fuerza que origina la 
                  tensión de la cuerda. La mayoría de los aspirantes saben esto, 
                  pero una cosa es saber de este proceso desde un punto de vista 
                  teórico y otra es sentirse arrastrado por el potente 
                  torbellino de las fuerzas de precipitación, que motivan las 
                  potentes crisis y tensiones.
                  
                  Recordamos, que fue en la época más tensa de nuestra vida, 
                  cuando más agudos eran los problemas y más profundas las 
                  crisis, que ingresamos al Ashrama al que nos honramos 
                  pertenecer. Las primeras experiencias ashrámicas, llegaban por 
                  aquel entonces muy confusas y borrosas a nuestro cerebro 
                  físico, constantemente involucrado en dificultades de orden 
                  personal. El contacto con el Maestro y las enseñanzas 
                  recibidas llegaban a nosotros como frutos de un “sueño". Más 
                  adelante, al ir afianzándonos en el centro de la vida 
                  personal, por efecto de la conciencia meditativa, pudimos 
                  precisar mejor las experiencias internas y saber con 
                  exactitud, las implicaciones del contacto con el Maestro, con 
                  el Ashrama y con nuestros hermanos de grupo. Este fenómeno de 
                  conciencia ashrámica vino en forma paulatina, como expresión 
                  natural de un proceso de alineamiento e integración con 
                  nuestra conciencia interna, con nuestro Ángel Solar.
                  
                  Señalar únicamente crisis de tensiones y problemas no sería 
                  justo. Las crisis profundas sin intervalos de sosiego, sin 
                  oasis de paz o de serenidad en la esterilidad o sequedad 
                  aparente de aquel desierto de tensiones, causarían la muerte 
                  física por aniquilación de los resortes de contención de 
                  aquella fuerza avasalladora, como la permanente tensión del 
                  arco, llegaría a destruir la cuerda por desgaste. Esos 
                  intervalos de paz profunda, intercalados entre dos fases de 
                  una intensísima crisis, crean el equilibrio en la vida del 
                  discípulo, impidiéndole que sucumba o que se inutilicen sus 
                  vehículos de expresión.
                  
                  Tal como se halla escrito en uno de los Libros Sagrados de la 
                  Logia, ...“hay una paz que a toda comprensión trasciende, es 
                  la Paz de los Maestros, de AQUÉLLOS que moran en lo eterno”.
                  
                  Una ligera brisa de esta paz, insuflada en el corazón del 
                  discípulo por la Voluntad del Maestro en momentos de dramática 
                  tensión crea las requeridas condiciones de serenidad mental y 
                  estabilidad emocional para poder soportar sin desfallecer, las 
                  más arduas pruebas y duras disciplinas de la vida personal. Es 
                  muy frecuente así, el éxtasis de la contemplación en los 
                  momentos de soledad más profunda. Se trata de un silencio de 
                  paz entre dos sonidos de crisis. El resultado es “visión” y 
                  sus consecuencias inmediatas son el estímulo y la fuerza para 
                  seguir hollando el Sendero hacia la Meta.
                  
                  La Paz es el poder dinámico que produce el equilibrio del 
                  Universo. Su expresión en el mundo universal del sonido, es la 
                  música de las esferas. La Paz, tal como la experimentan 
                  Aquellos que viven en lo eterno, es inconcebible para la mente 
                  humana. Es el propio impulso de la vida infinita del Logos 
                  Solar, expresada a través de todos Aquellos que pueden 
                  responder a la tremenda magnitud de su propósito universal. 
                  Hablar de paz, respecto al hombre, es referimos a un proceso 
                  de expansión espiritual con pleno conocimiento, de causa. De 
                  ahí el énfasis que se presta en la enseñanza esotérica al 
                  espíritu de investigación y a la constante observación de los 
                  hechos que suceden a nuestro alrededor y por doquier. El 
                  proceso constante de investigación y la disciplina personal 
                  que a ella conduce, orientan las actividades del aspirante 
                  espiritual por las sagradas rutas del propósito interno y 
                  hacia el mundo de las causas originales. El propósito 
                  espiritual inteligentemente revelado allega paz, un aspecto 
                  sintónico con Aquel Centro de Paz, que es el Sol central, del 
                  que se origina la Vida del Universo.
                  
                  Durante los primeros meses de nuestro ingreso en el Ashrama, 
                  tuvimos vislumbres de esta Paz inmensa, de la que el ser 
                  humano no tiene ordinariamente noción. En ciertos momentos de 
                  tensión, personal y cuando el proceso kármico de nuestra vida 
                  era más profundamente doloroso, sentíamos de improviso una 
                  oleada de paz infinita dentro del corazón, que aislaba 
                  completamente de todas las inquietudes y dificultades. Esta 
                  Paz, no era siempre consecuencia de un contacto con nuestro 
                  Ángel Solar, con nuestro Yo superior, sino el fruto de la 
                  intervención compasiva del Maestro que unía momentáneamente 
                  nuestra conciencia a la suya, liberándonos transitoriamente de 
                  problemas, mejor dicho, aislando nuestra mente de los mismos y 
                  ofreciéndonos una visión más profunda y sosegada de la vida. 
                  Era como una fresca brisa en la reseca aridez del desierto, 
                  como un relámpago que iluminaba de improviso con su cegadora 
                  luz, aquellos momentos sombríos de soledad espiritual. Pero, 
                  estos momentos gozados con la fruición del sediento peregrino 
                  en el desierto ante el fresco manantial, nos dieron siempre la 
                  medida de lo eterno, elevándonos por encima de nosotros mismos 
                  y haciéndonos conscientes de la relatividad de los problemas 
                  de nuestra existencia personal. Aquella paz transmitida por la 
                  generosa atención del Maestro, no nos liberaba del karma 
                  personal, pero nos daba una visión certera de las condiciones 
                  que debían ser alteradas y nos ofrecía una visión de conjunto 
                  de las circunstancias que nos envolvían. Veíamos nuestros 
                  problemas como ajenos, los analizábamos desde arriba y hacia 
                  adentro y no desde abajo y hacia afuera, que es donde 
                  habitualmente trata el hombre de resolver sus problemas y 
                  dificultades. De la misma manera que el estudio de un rayo de 
                  sol puede darnos una idea del sol, por cuanto sus cualidades 
                  se expresan a través de todos y cada uno de sus rayos, así 
                  nosotros humildes aspirantes en el Sendero espiritual, 
                  reconstruíamos dentro de nosotros, por efecto de aquellos 
                  momentos solemnes de paz, la Paz infinita de lo eterno y 
                  escuchábamos dentro de nosotros algunos de los mágicos 
                  sonidos, que trasmiten al oído espiritual, las esferas en 
                  movimiento dentro y más allá del círculo-no-se-pasa de nuestro 
                  Universo.
                  
                  Para el discípulo en entrenamiento espiritual, la Paz no es 
                  una meta, sino el resultado de seguir sin resistencia alguna 
                  el proceso infinito de expansión espiritual. No se va a la Paz 
                  por la voluntad de alcanzarla, sino cuando olvidados de todo 
                  empezamos a unirnos al mágico concierto de la Creación. La 
                  majestad del propósito de la Vida implícita en la Voluntad de 
                  Dios, está en proceso de expansión dentro de nosotros mismos. 
                  Dejando de ofrecerle resistencia a este propósito, la Paz que 
                  no es una meta ni un resultado, sino Causa, Ser y Vida, se 
                  adueña de nosotros, nos purifica el ánimo y nos llena de 
                  serenidad.
                  
                  La Paz confiere visión correcta, estímulo incesante, 
                  cualidades y poderes indescriptibles. Sólo pueden utilizar 
                  tales facultades Aquellos que son Paz, que viven en Paz y 
                  pueden trasmitir Paz. Al referirme a la Paz que nos confería 
                  el Maestro con su divina intercesión, debemos decir que éramos 
                  conscientes de que aquella Paz, no era tanto un fruto de 
                  nuestra elevación espiritual, como un testimonio vivo de la 
                  compasión del Maestro. El hecho que por su mediación 
                  viviéramos la paz, no implicaba la paz profunda de vida, 
                  nacida de la fusión o unión infinita con el principio de paz, 
                  sino un reflejo de la Paz del Maestro que a su vez era un 
                  punto de confluencia de la Paz y del equilibrio de las esferas 
                  en movimiento.
                  
                  Que esta paz, siquiera refleja, nos allegara visión y el 
                  desarrollo efímero de ciertas cualidades espirituales, como el 
                  poder de penetrar en la raíz de cualquier cosa o hecho, o de 
                  “oír la música de las esferas”, no implicaba que debíamos 
                  dejar de luchar contra nuestros problemas. Esto no sería justo 
                  kármicamente hablando. Es cierto que puede existir un proceso 
                  de “Sustitución” mediante el cual el Maestro, Señor de 
                  Compasión infinita, puede cargar sobre Sí el peso kármico de 
                  la vida personal de un discípulo, pero sólo se utiliza esta 
                  circunstancia cuando hay un SERVICIO especial, ashrámico para 
                  el cual este discípulo está plenamente capacitado, y exige de 
                  él una mente y un corazón muy equilibrados para poder llevarlo 
                  a cabo. Este proceso de Sustitución lo realizó Cristo hace dos 
                  mil años, en favor del gran discípulo que es la humanidad como 
                  un todo. Su intervención favoreció el gran impulso de vida que 
                  ha culminado después, con el transcurso de los siglos, al 
                  actual acercamiento humano de estos desarrollos, técnicas, y 
                  descubrimientos de nuestros días, que aseveran el valor de sus 
                  infinitas palabras. “Vosotros Haréis cosas más grandes que las 
                  que yo he realizado”. Los avances técnicos de estos finales de 
                  siglo son verdaderos milagros, prodigios inmensos considerados 
                  con la visión de las gentes que vivían en Palestina hace dos 
                  mil años.
                  
                  ¿Cómo adquirir la Paz? He aquí la pregunta inmediata de todo 
                  aspirante sincero. La expresión de una vida muy agitada, 
                  convulsionada por muchas crisis y problemas, con grandes 
                  dificultades sin cuento, de orden físico, psíquico y moral, 
                  llevan la mente del investigador, del discípulo en probación, 
                  a profundas y penosas interrogantes acerca de los problemas 
                  capitales de su vida y a su falta de paz. Él se pregunta muy 
                  sinceramente si existe dentro de su corazón algún resquicio 
                  abierto a la Paz del Maestro, en Quien cree y en Quien confía, 
                  a pesar de no haber establecido todavía con Él algún 
                  consciente contacto.
                  
                  El discípulo en probación y el aceptado, saben que existe esta 
                  Paz y saben también que esta Paz es una condición en la vida 
                  de la Naturaleza y no un simple estado de conciencia. Debido a 
                  ello, están persuadidos que esta Paz no se halla circunscrita 
                  a las circunstancias efímeras de la vida personal, que sus 
                  raíces son más hondas que las que nutren la sustancia de una 
                  vida kármica determinada. El poder viene de más lejos, de más 
                  allá de todo cuanto la existencia personal ofrece con tantos y 
                  tan variados matices. De ahí la dificultad de establecer 
                  relación con ella, de sentirse penetrados por ella. Los 
                  libros, aún los más sagrados no pueden dar una noción de la 
                  Paz, pueden hablar de ella como de una consecuencia natural de 
                  vivir correctamente y dar incluso ciertas definidas ideas de 
                  lo que implica vida correcta en lo que al ser humano se 
                  refiere. Pero, quede entendido que la Paz, no viene sólo con 
                  el conocimiento de que ella existe. Muchas personas viven 
                  plenamente en paz, sin haber jamás argüido sobre ella y sin 
                  haber practicado ninguno de los corrientes ejercicios de yoga 
                  o de meditación. Se trata de un proceso de vida, no de un 
                  proceso de disciplina. Esto deberían saberlo todos los 
                  aspirantes espirituales y no dejarse impresionar por tratados 
                  de ocultismo o de ejercicios de perfección espiritual. El sólo 
                  discernir el valor de una cosa, debería bastarnos para saber 
                  de su utilidad pero, frecuentemente, cualquier cosa que entra 
                  por nuestros ojos u oídos llega a nuestro corazón sin pasar 
                  por el tamiz de nuestro discernimiento. Esta facultad tan poco 
                  utilizada por el aspirante espiritual, es causa de muchos 
                  errores y extravíos, de pérdida de tiempo en relación con el 
                  eterno propósito de la vida.
                  
                  Lo que al aspirante espiritual interesa verdaderamente frente 
                  al gran misterio de la Paz, que intuye pero que no es capaz 
                  todavía de vivir, es saber si existe algún sendero a su 
                  alcance para intentar abrir su corazón, su mente y su vida 
                  entera a las impresiones infinitas de la Paz universal. Este 
                  pensamiento había asaeteado nuestro ánimo en muchas ocasiones, 
                  hasta que el Maestro nos dio un día en el Ashrama, una 
                  completa y para nosotros definitiva explicación.
                  
                  La Paz, nos dijo, es la Vida, no un elemento de vida, una 
                  Resolución, no una simple formulación. Vosotros, -decía- 
                  formuláis constantemente preguntas acerca de la Paz y cómo 
                  obtenerla. Pero como la Paz sois vosotros, en la eternidad de 
                  vuestro origen, cada vez que formuláis una pregunta acerca de 
                  la Paz, veláis más bien que develáis esta Paz en vuestra vida. 
                  La Paz es un misterio más grande que la propia creación del 
                  Universo, pues este Universo es una Creación y la Paz está 
                  infinitamente más allá y por encima de todas las creaciones. 
                  La Paz -nos iba diciendo el Maestro- es Causa y motivo de 
                  creación, es el Poder que promueve el Aliento Creador, y 
                  trasciende por tanto Manvántaras y Pralayas. En el ejercido 
                  del poder creador se halla el vehículo de la Paz. No 
                  preguntéis por ella... ejercitadla!
                  
                  Ahora, -continuaba diciendo- emplead la analogía. Vosotros 
                  sois una creación, un universo, y al propio tiempo sois como 
                  Krishna, aquel poder infinito que “con un sólo fragmento de sí 
                  mismo, llena la totalidad del Universo”. Lo esencial no es, 
                  pues Arjuna, el pequeño fragmento con el cual llenáis vuestra 
                  vida de creaciones, incluyendo todos y cada uno de vuestros 
                  vehículos expresivos, sino vuestra infinita trascendencia que, 
                  como Dioses que sois, es Paz universal y Propósito de vida. 
                  Tal como decía Budha: “el verdadero Guerrero es aquel que 
                  vence sin luchar”. Dejad pues de luchar, dejad de atormentaros 
                  con interrogantes acerca de la Paz del Gran Señor del Universo 
                  o del Misterio de sus infinitas creaciones, o modificaciones 
                  indescriptibles de su propósito, y os daréis cuenta en forma 
                  práctica que vosotros sois esencialmente Paz y que sólo 
                  precisáis dejar de pensar en ella, sutil lazo que de ella os 
                  aparta, para que ella se exprese en vosotros, colmando de 
                  bendiciones cuanto os rodea.
                  
                  Así, os daréis cuenta del valor afirmativo de las palabras con 
                  que a veces os saludo o con que os hago sentir Mi presencia: 
                  “os doy mi Paz” o “La Paz sea con vosotros” fórmulas 
                  típicamente universales, repletas de poder mantrámico que sólo 
                  pueden ser pronunciadas por Aquellos en cuyo Corazón vive la 
                  Paz de lo eterno”.
                  
                  Desde que el Maestro con su Verbo sencillo pero 
                  indescriptiblemente sabio, nos dio Su Mensaje y Su testimonio 
                  acerca de la Paz, dejamos de luchar por la Paz dentro de 
                  nosotros, y dejamos entonces que fuera ella la que nos buscase 
                  y se consumara de esta manera, el testimonio de la Paz 
                  infinita del Universo.