RETORNO DEL ALMA A UN NUEVO NACIMIENTO LUEGO DEL PROCESO 
                  DEVACHANICO
                  
                  La encarnación del alma humana después del Devachán
                  
                  Quienes hayan seguido atentamente el proceso devachánico y 
                  apreciado en una amplia medida sus características especiales 
                  de “reposo del alma”, después de un proceso activo de vida, o 
                  ciclo de encarnación, le asaltará inmediatamente la pregunta 
                  de cuál es el proceso inmediato que sigue al de la vida 
                  devachánica. Lógicamente, y empleando constantemente la 
                  analogía, debemos considerar que de la misma manera que a un 
                  proceso de actividad en el nivel que sea, corresponde un 
                  período de reposo, a un proceso de reposo le sucede asimismo 
                  un período de actividad.
                  
                  Veremos de qué manera se inicia para el alma humana el nuevo 
                  proceso de actividad una vez finalizado el ciclo devachánico. 
                  Al comienzo se la ve sumergida en un sueño muy profundo, 
                  dentro del cual no es consciente de nada. La esfera 
                  devachánica se ha reducido hasta convertirse en una especie de 
                  aura envolvente, pero sin color y sin matices, es decir sin 
                  deseos y sin sueños y por tanto sin fuerza alguna para 
                  realizarlos. En ese estado se ve cómo paulatinamente y “desde 
                  arriba” un hilo sutilísimo de luz, proveniente del Ángel Solar 
                  va descendiendo hasta penetrar en el alma humana y despertando 
                  en el corazón místico de la misma el propósito superior o 
                  anhelo de vida. En ese momento empieza el alma a ser 
                  nuevamente consciente de sí misma, ha dejado de “SOÑAR”, por 
                  consumación de los deseos engendrados en una existencia 
                  anterior, y empieza de nuevo a considerarse a sí misma “tal 
                  como era antes del proceso devachánico”. En almas muy puras 
                  este recuerdo o conciencia de sí misma aparece con tanta 
                  nitidez que adquiere automáticamente y con conocimiento de 
                  causa la ordenación y dirección del nuevo estado. Su visión se 
                  orienta inmediatamente hacia el Ángel Solar, y de sus labios 
                  inmortales surgen nuevamente las palabras mágicas que son la 
                  esencia de todo sacrificio solar o cósmico: “Hágase tu 
                  voluntad”. El Ángel Solar que guarda en memoria infinita, el 
                  recuerdo de todas las existencias anteriores del alma a la que 
                  “arropa, protege y vivifica” SABE desde siempre cuál ha de ser 
                  el nuevo destino. Las condiciones ambientales, la calidad del 
                  mecanismo que deberá ser empleado, el país en dónde deberá 
                  nacer, la posición social, están muy claramente diseñados en 
                  el nuevo destino que el Ángel Solar ha proyectado para el alma 
                  del hombre. Tal como se puede leer en los libros secretos de 
                  la “Logia Blanca...” “el Ángel Solar ve el fin desde el 
                  principio”, y esta verdad se aplica no sólo a un nuevo 
                  nacimiento, o etapa de encarnación, sino que abarca la 
                  infinita serie de encarnaciones y períodos devachánicos del 
                  alma, desde el proceso mismo de la INDIVIDUALIZACIÓN hasta la 
                  consumación total del alma humana en el gran Misterio de la 
                  quinta Iniciación, en la que el Ángel Solar liberado del peso 
                  de su deuda de amor y sacrificio, retorna al Gran Corazón del 
                  Sol.
                  
                  El proyecto de una nueva vida, o de una nueva encarnación, 
                  presupone para el alma humana, salir de un sueño y enfrentar 
                  una realidad, la realidad de sí misma frente a un nuevo orden 
                  de cosas y de situaciones. Esto involucra un hecho muy 
                  importante: recobrar una conciencia de vehículos. Ésta se 
                  realiza mediante la actividad de los “átomos permanentes” 
                  implicados en la historia de la vida del hombre. Son unos 
                  átomos especializadísimos y de cualidad misteriosa, cuya 
                  función es preservar el recuerdo de todos los hechos y 
                  experiencias del alma a través de las edades. En el ser humano 
                  existen ya sea en potencia o en latencia seis átomos 
                  permanentes plenamente desarrollados, uno para cada vehículo 
                  de expresión sean o no utilizados que van desde el átomo 
                  permanente físico, alrededor del cual se crea el cuerpo 
                  correspondiente, hasta el átomo permanente átmico que está 
                  conectado con la esencia monádica y guarda el secreto de la 
                  propia Vida de Dios. Pero a nosotros, de acuerdo con el 
                  presente estudio sólo nos interesa los “tres átomos 
                  permanentes” que estructuran los vehículos físico, emocional y 
                  mental. Comprenderán que los vehículos expresivos del hombre, 
                  o Tabernáculo del Espíritu Santo, a que se refería el gran 
                  Iniciado Pablo de Tarso, dependerá de la calidad de los 
                  recuerdos suministrados por los átomos permanentes, que 
                  registran a escala individual, la gran memoria akásica, 
                  eternamente viva de la Naturaleza, pues de la misma manera que 
                  un alma humana se proyecta hacia el futuro por el “recuerdo 
                  vivo de su pasado” un Logos Solar utiliza sus átomos 
                  permanentes, o registros akásicos con todo su universal 
                  contenido, para la creación de un nuevo Universo, al final del 
                  Gran Pralaya, que es el sueño devachánico del propio Dios. 
                  Siempre debe ser utilizada la ley de analogía.
                  
                  Daremos en esquema y a grandes rasgos el proceso de 
                  encarnación del alma humana:
                        
                  a) La atención concentrada del Ángel Solar.
                  
                  b) La conciencia más o menos despierta del alma humana, 
                  después del proceso devachánico.
                  
                  c) La calidad de los recuerdos suministrados por el átomo 
                  permanente.
                  
                  d) Las condiciones ambientales, los tipos de cuerpos a 
                  utilizar y las situaciones que deberán ser enfrentadas y 
                  desarrolladas.
                  
                  e) Existe un factor o elemento primordial de carácter dévico, 
                  del cual no se ha hablado suficientemente en los estudios 
                  esotéricos, que a nuestra consideración es de importancia 
                  trascendental y al cual deberemos hacer referencia.
                        
                  El proceso puede ser considerado así: La 
                  atención del Ángel Solar proyecta un diseño, o arquetipo del 
                  destino humano, sobre el alma que va a encarnar. En esta 
                  atención va implícita una Nota, Mántram, Verbo o Sonido, a la 
                  que responde el alma humana con su propia Voz, la cual 
                  actuando directamente sobre cada uno de los átomos permanentes 
                  los pone en actividad vibratoria. A este clamor invocativo 
                  acuden tres tipos de Devas: uno desde el plano mental concreto 
                  y desde el plano causal empieza a seleccionar materia afín al 
                  llamado invocativo y crea alrededor del átomo mental 
                  permanente, la envoltura que lo convertirá progresivamente en 
                  el vehículo mental que el hombre utilizará para pensar, 
                  recordar y discernir. Cuando la obra de este Deva se ha 
                  cumplido convenientemente, empieza a actuar otro Deva en el 
                  plano emocional, que siguiendo un proceso similar al primero, 
                  aglutina materia astral afín a la calidad vibratoria del átomo 
                  emocional permanente hasta conseguir estructurar una envoltura 
                  capaz de reaccionar a cualquier actividad de este tipo. Esta 
                  estructura abarca fases que van del más denso y materializado 
                  de los deseos, hasta el más puro y exaltado sentimiento de 
                  integridad y belleza. Todo dependerá de la elevación del alma 
                  humana y de la calidad de los recuerdos o experiencias 
                  emocionales. La nota típica del alma, a través de los átomos 
                  permanentes, se encarga de dar su consentimiento o “rechazo” a 
                  ciertos tipos de energía.
                  
                  El proceso en el plano físico si bien es similar a las 
                  acciones anteriores sufre una importante modificación que debe 
                  dar por resultado la creación de un tipo de cuerpo específico, 
                  hecho que entraña una labor por parte de los Señores del 
                  Karma, a través de sus devas mensajeros, de selección de 
                  aquellos seres humanos que kármicamente deben intervenir en el 
                  proceso físico de creación del cuerpo, me refiero a los 
                  padres. El proceso físico, el más denso, es sin embargo el más 
                  importante desde el punto de vista de “encarnación del alma”, 
                  pues implica la actividad directa de los Señores del Karma que 
                  “recogen el diseño específico del Ángel Solar donde están 
                  contenidos todos los recuerdos del alma y crean las debidas 
                  condiciones físicas para las futuras actividades del alma en 
                  encarnación”.
                  
                  El Deva constructor del cuerpo físico, es el “Ángel Guardián” 
                  que ven los clarividentes alrededor de los niños y de las 
                  madres, que están en proceso de gestación del cuerpo físico de 
                  la nueva criatura. Este Deva tiene ante sí un “diseño causal”, 
                  pero las fuerzas y energías con las que trabaja son, si no más 
                  sutiles, al menos más complejas, pues no solamente actúa según 
                  un diseño espiritual del Alma Solar, sino que también a través 
                  de una serie de condiciones kármicas a las que no se ajustaron 
                  los devas anteriores que se limitaron a reproducir la nota 
                  vibratoria de los átomos permanentes mental y emocional y 
                  seleccionar materia de calidad vibratoria acorde en intensidad 
                  y armonía.
                  
                  Se trata de un tipo de devas muy especializados que participan 
                  a la vez del diseño del Ángel Solar y de la influencia directa 
                  de los Señores del Karma, que suscitan, promueven, ordenan y 
                  ajustan el proceso a condiciones muy precisas e implacables. 
                  El hecho de nacer en un país determinado, el color de la piel, 
                  tener buena o mala salud, nacer pobre o rico, disponer de 
                  facultades o estar privado de ellas, tiene profundas 
                  repercusiones en la vida inmortal del alma y determina las 
                  futuras predisposiciones, cualidades y calidad de los 
                  vehículos.
                  
                  A partir de este diseño de vida plenamente organizada en el 
                  orden social del alma humana en encarnación, hay ciertos 
                  procesos que esotéricamente trataremos de explicar, para dar 
                  una idea más completa de lo que llamamos “ciclo de encarnación 
                  humana”.
                  
                  Existe un momento cumbre por analizar, es el momento mágico en 
                  que se realiza en el seno de la madre el misterio infinito de 
                  la concepción. Este momento regido directamente por los 
                  Señores del Karma, a través de sus huestes angélicas, tiene 
                  importancia causal y es supervisado muy directamente por el 
                  Ángel Solar en sus espirituales meditaciones.
                  
                  Cuando los elementos masculinos y femeninos de los padres, han 
                  cumplido su misión, sobreviene la acción universal; el átomo 
                  permanente físico es introducido por el Deva constructor, en 
                  la célula portadora de los elementos masculinos, y al penetrar 
                  esta célula en el interior del santuario femenino “eternamente 
                  puro e inmaculado como la Madre Naturaleza”, se cierra el 
                  primer ciclo de la encarnación física del alma humana. El 
                  átomo permanente se convierte en el factor místico que 
                  promueve todo proceso ulterior. Encerrado en el claustro 
                  materno y sutilmente conectado con el alma que va a encarnar 
                  empieza a revivir un proceso recordatorio de experiencias 
                  realizadas y facultades adquiridas. Este proceso viene 
                  condicionado por la nota permanente del alma, que 
                  semialetargada todavía por influencia devachánica, asiste al 
                  proceso, únicamente en función de síntesis, es decir de 
                  propósito o intención de vida. El Ángel Solar, eternamente 
                  despierto, y vigilante dirige la función del Deva constructor 
                  a través de la nota típica del arquetipo diseñado por él y 
                  siguiendo un proceso rigurosamente kármico de “selección de 
                  materiales afines a la intención del ego a encarnar”. Este 
                  Deva constructor actúa en cierto modo como el Ave Fénix de la 
                  mitología, que perpetuamente resurge de sus propias cenizas. 
                  Los recuerdos del alma condensados en el átomo permanente, son 
                  las cenizas que permiten avivar el fuego del propósito del 
                  alma.
                  
                  La primera actividad del Deva constructor es introducir el 
                  átomo físico permanente, en el óvulo femenino. Efectuada esta 
                  operación que entraña el Misterio infinito de la Concepción, 
                  el átomo se convierte en el motor básico del proceso que debe 
                  dar nacimiento al cuerpo físico del ser humano. Su vibración 
                  natural se convierte en el impulso de contracción y de 
                  dilatación que darán vida al movimiento de sístole y diástole 
                  del corazón del cuerpo, y es a través de este órgano que se 
                  irá diseñando y estructurando día tras día, hasta su plena 
                  realización lo que será el tabernáculo físico del alma. Ahora 
                  se podrá comprender más acabadamente el sentido de la frase 
                  védica, por muchos sólo parcialmente comprendida que dice: 
                  “Del Corazón Místico del Sol surge la Vida que condiciona el 
                  Universo”. Es en la analogía donde reside el poder mágico de 
                  la comprensión que debe conducir a la perfecta intuición y a 
                  la propia realización. Por ella nos convertimos en pequeños 
                  dioses conscientes del propio destino, en selectos microcosmos 
                  del gran Macrocosmos del cual dependemos y hacia el cual nos 
                  dirigimos. Es fácil saber de la actividad de Dios analizando 
                  críticamente nuestras mejores actividades, de la grandeza de 
                  Su amor al observar la inagotable reserva dentro de nuestro 
                  corazón y de Su propósito magnificente e indescriptible al 
                  observar desapasionadamente la orientación espiritual de 
                  nuestro destino como hombres.
                  
                  El Gran Corazón Solar, fuente de la vida del Universo late en 
                  nuestro corazón desde el momento mismo en que el átomo 
                  permanente, por medio del Deva constructor, inicia el fenómeno 
                  físico de la vida.
                  
                  Avivada esta llama de Vida por el deseo de ser y de vivir del 
                  alma, el proceso de la encarnación se desliza reviviendo 
                  constantemente recuerdos, que son semillas de facultades y 
                  dejando que el tiempo condicionado por ciclos inmortales, 
                  permita al Deva consumar su obra. Es una obra que este Ángel 
                  realiza con amorosa dedicación, profunda atención y delicadeza 
                  infinita. Es la obra de Dios. ¡Y pensar que el hombre puede 
                  matar esta obra sin pensar ni sospechar siquiera que es la 
                  obra del amor y del sacrificio cósmico!.
                  
                  Los ciclos del tiempo, regulan y condicionan las edades 
                  históricas de la vida del hombre durante su proceso evolutivo. 
                  Cada edad representa así un aspecto definido de los recuerdos 
                  acumulados en el interior del átomo físico permanente que se 
                  extienden desde el primer recuerdo de vida (la primera 
                  manifestación del Espíritu o Mónada en el hombre en su proceso 
                  de expresión), hasta los últimos acontecimientos históricos o 
                  físicos de su vida en este plano. Nueve edades existen, laten 
                  y se agitan en el corazón de todo ser viviente, son las edades 
                  que permiten expresar la cualidad característica de un 
                  recuerdo o estado evolutivo. Se trata de una memorización 
                  constante de hechos que se extienden, como hemos dicho antes 
                  desde el principio mismo de los tiempos a través de cada uno 
                  de los reinos de la Naturaleza, de las distintas razas, y de 
                  todos los continentes, creando así las requeridas situaciones, 
                  que renovadas vida tras vida llegan un día a converger en la 
                  divina profundidad del Arquetipo causal.
                  
                  Esto permite ver con más claridad porqué son nueve los meses 
                  de gestación del cuerpo físico del ser humano en el interior 
                  de la mística morada materna. Nueve son en efecto los ciclos 
                  del tiempo o edades, que corresponden a la impresión cósmica, 
                  o sea la resolución de tres trinidades esenciales, una 
                  correspondiente a la vida de la Mónada o Espíritu, otra a la 
                  del Ángel Solar, resumida en la Tríada Espiritual y la tercera 
                  que corresponde al alma humana y se manifiesta por medio del 
                  triple vehículo de expresión, mental, emocional y físico. 
                  Cuando se habla esotéricamente de Sanat Kumara, el Señor del 
                  Mundo, se le denomina el “Señor de las Nueve Perfecciones” de 
                  ahí que en lenguaje místico, cuando hablamos del hombre según 
                  su clave numérica, le asignemos el número nueve, siendo 
                  místicamente el nueve, el número que promueve la iniciación, 
                  pues el nacimiento de Cristo en el corazón, en lo que a 
                  iniciación se refiere, es el aspecto superior del nacimiento 
                  de cualquier criatura en el mundo físico, finalizadas las 
                  nueve etapas de recapitulación o recuerdo que al mismo dan 
                  lugar mediante la imaginación y tomando como base todas las 
                  particularidades implícitas en el número nueve, vale decir, 
                  empleando la analogía numérica, puede ampliarse 
                  considerablemente esta idea.
                  
                  Finalizada la ordenación de un ciclo de vida que lleva 
                  prendido en sí la esencia viva de 9 recuerdos, de 9 edades, de 
                  9 cualidades específicas y de 9 perfecciones en latencia, nace 
                  a la existencia una nueva unidad de vida humana.
                  
                  El Deva constructor ha realizado casi enteramente su misión. 
                  El llanto de la criatura recién nacida emite un sonido 
                  especial, que une más fuertemente su corazón con el aliento de 
                  las Deidades planetarias y con el del alma que debe encarnar. 
                  La atención del Ángel Solar profundiza entonces algo más en el 
                  diseño o arquetipo de la nueva existencia, o del nuevo destino 
                  y marca en la conciencia del alma, los aspectos principales o 
                  dramáticos de este destino. A continuación se sumerge en 
                  profunda meditación y aparentemente deja de intervenir en la 
                  evolución física del proceso. Su actividad, salvo cuando en 
                  etapas muy avanzadas de la vida la súplica del alma sea muy 
                  intensa o cuando las circunstancias así lo exigieran, será la 
                  de un mero observador del dramático proceso de la vida.
                  
                  El alma en encarnación, en un nivel intermedio, que irá 
                  reduciéndose paulatinamente en distancia según la estructura 
                  del cuerpo vaya progresando hasta permitir que la conciencia 
                  emocional y la mental tomen cierta importancia en la vida de 
                  la criatura, va planeando cada vez más cerca de su vehículo 
                  físico pero sin introducirse en él. Cuando el cuerpo físico 
                  humano tiene la edad de siete años, se realiza un 
                  acontecimiento espiritual con dos amplias y definidas 
                  vertientes; primero el Ángel constructor desliga su aura del 
                  aura de la criatura y vuelve a sus fuentes dévicas de 
                  procedencia, el corazón místico de la Madre Naturaleza, 
                  reproduciendo así un análogo proceso al que realiza el Ángel 
                  Solar, que retorna al Corazón del Sol después de cumplir su 
                  misión de perfección, en relación con el alma humana.
                  
                  Seguidamente el alma humana reencarna definitivamente en el 
                  cuerpo y se adueña del corazón, de la vida y de la conciencia 
                  del triple vehículo, convenientemente estructurado ya para la 
                  obra a realizar.
                  
                  Desde el momento del nacimiento hasta la edad de siete años, 
                  se cumple un proceso similar al que rige la expansión de la 
                  vida del alma, o sea, al ciclo particular de 9 edades que 
                  configura el proceso de perfección de la vida. El ciclo de 
                  tiempo correspondiente al numero 7, contiene la clave de las 
                  energías y de las fuerzas que condicionan el sistema Solar; de 
                  ahí el misterio de los siete Rayos, de los 7 planetas 
                  sagrados, de las 7 notas musicales, y de los siete colores que 
                  intervienen en el proceso de recapitulación del alma en cada 
                  una de las edades, o recuerdos que constituyen las etapas 
                  místicas del sendero de retorno a la vida, es decir, cada una 
                  de las estancias del alma, desde que encarna por primera vez, 
                  hasta que conscientemente enfrenta la ruta iniciática y ve 
                  brillar ante sí, la estrella de Sanat Kumara, cuyas 9 
                  perfecciones son para el alma la única posible ruta de todos 
                  sus afanes, propósitos e intenciones.
                  
                  Lo interesante es tratar de comprender la relación de los 
                  números 7 y 9. El primero se refiere a las energías, fuerzas y 
                  vehículos, el segundo se relaciona con estados de conciencia. 
                  De la inteligente relación de ambos factores numéricos, debe 
                  desprenderse la clave mística o simbólica que conduce a la 
                  iniciación. Iniciación es conciencia: conciencia renovada a 
                  través de cada vez más sutiles cualidades y recuerdos cada vez 
                  menos insistentes o apremiantes. En el ejercicio de la ley de 
                  analogía se llega a un punto de total equilibrio, que pasando 
                  por el centro mismo de la conciencia allega paz, alegría y 
                  seguridad.