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              Los Angeles en la Vida Social Humana
                
                  
 
 CAPÍTULO XII
 LOS ANGELES Y LAS INFLUENCIAS ASTROLOGICAS
   
                Una de las grandes dificultades que tendrá que enfrentar el 
                estudiante de Astrología de nuestros días es la que hace 
                referencia a lo que esotéricamente se define como 
                personificación de las energías procedentes de cada una de las 
                Constelaciones del Zodíaco, bañadas místicamente en la luz del 
                sol y transportadas o proyectadas sobre nuestro planeta por los 
                misteriosos agentes del éter que dinamizan los espacios 
                universales. De la misma manera que la luz del sol se proyecta 
                sobre la Tierra en virtud de un acto de Decisión solar, las 
                energías de las Constelaciones Zodiacales vienen proyectadas por 
                las grandes Decisiones Cósmicas engendradas en los ocultos e 
                indescriptibles centros místicos de donde se origina la vida que 
                anima dichas Constelaciones, pudiendo afirmarse que las 
                corrientes de energía astrológica son actos de Voluntad, de Amor 
                o de Inteligencia engendrados por los potentísimos e 
                incomprensibles Logos que utilizan aquellas Constelaciones como 
                Cuerpos de Manifestación. El tema visto así, de improviso, 
                aparece como difícilmente comprensible dada la aterradora 
                majestad de sus cósmicas repercusiones, pero si aplicamos 
                correctamente la analogía veremos cómo la idea aparece clara y 
                sencillamente a nuestro análisis intelectual. Bastará para ello 
                confeccionar mentalmente un simple cuadro de analogía de acuerdo 
                a cuanto esotéricamente sabemos sobre la ley de evolución, es 
                decir, a la ley de jerarquía espiritual que rige para el cosmos 
                absoluto. En nuestro estudio esotérico sobre los Angeles hemos 
                podido comprobar que a cada estado de conciencia humana 
                corresponde una corriente de energía dévica, o sea, que la 
                sensibilidad angélica y su capacidad de crear corrientes de 
                energía eléctrica alrededor del campo magnético humano (su Aura 
                etérica), deben corresponderse forzosamente con las actitudes 
                mentales, emocionales y físicas de los seres humanos. Es 
                partiendo de esta base que nos fue posible hablar de los 
                ambientes sociales, familiares e individuales dentro de la 
                humanidad. Así, pues, la analogía entre el Angel y el Hombre, 
                creciendo en majestad y potencia, puede deparamos una visión muy 
                objetiva de lo que podríamos denominar científicamente 
                corrientes astrológicas, ya se refieran a los astros, a los 
                Sistemas solares o a las propias Constelaciones que, en su mutua 
                interdependencia, constituyen una Galaxia. Siguiendo con este 
                orden de ideas podríamos decir que cada Constelación, vista en 
                su conjunto, no es sino el Cuerno objetivo de una Individualidad 
                Psicológica de carácter cósmico cuya Conciencia, expresando 
                cualidades definidas, se manifiesta -si podemos decirlo así- 
                como un movimiento en el Espacio mediante el cual son invocadas 
                potentísimas Entidades Angélicas, las Cuales convierten aquel 
                movimiento en energía y la transportan -vía el éter- a las más 
                alejadas regiones del Cosmos absoluto. El principio hermético la 
                energía sigue al pensamiento puede ser íntegramente aplicado 
                aquí, facilitando el trabajo de nuestra mente investigadora. El 
                Gran Iniciado HERMES TRISMEGISTUS les llamó a estas potentísimas 
                Entidades Angélicas “los Gobernadores del Mundo”, concretando la 
                actividad de Aquéllas que más asidua y particularmente toman 
                contacto con nuestro planeta Tierra. 
 Al analizar la definición bíblica de los Siete Espíritus ante el 
                Trono del Señor (El Logos Solar) refiriéndose a los Siete Logos 
                planetarios, Señores de Rayo, Regentes de los Siete planetas 
                sagrados de nuestro Universo, es decir, de Vulcano, Mercurio, 
                Venus, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, adivinamos que se hace 
                también una directa referencia a los Siete esplendentes 
                Arcángeles relacionados muy íntimamente con la vida mística de 
                aquéllos. Tales Entidades Angélicas podrían ser análogamente 
                descritas así, de acuerdo con su relación íntima con el planeta 
                sagrado del que dimanan o del cual -por decirlo de alguna más 
                significativa manera- extraen sus energías:
 
                   
  
    
    Hay que tener en cuenta al respecto que la terminación 
    “el”, asignada a todo Angel superior, es un símbolo del omnipotente poder de 
    la Divinidad que le asignó un nombre o un atributo creador a cada Angel, a 
    cada ser humano y a cada elemento vivo en el seno infinito de la Naturaleza. 
    Así, si utilizáramos la raíz latina en la denominación de los poderosos 
    Mahadevas que rigen las energías que surgen de las Constelaciones del 
    Zodíaco, los denominaríamos así: Ariel, Tauriel, Cancriel, Leoniel, 
    Virginiel, Libriel, Escorpiel, Capriel, Acuariel y Pisciel, en vez de la 
    raíz hebraica que los denomina así:  
     
    Pero prescindiendo de tales denominaciones que sólo 
    deben ser tenidas en cuenta desde el ángulo lingüístico, lo interesante para 
    nosotros es tratar de captar el significado íntimo de las corrientes 
    astrológicas que desde todas las partes del cielo se precipitan sobre 
    nuestro planeta, ya que lo más importante desde el ángulo esotérico es cómo 
    captar adecuadamente tales energías y cómo canalizarlas individualmente para 
    crear correctos ambientes sociales, lo cual únicamente será posible si 
    nuestra vida personal es tan correcta que pueda servir de adecuado cauce a 
    aquellas corrientes de energía astrológica, algunas de las cuales hacen 
    vibrar los éteres del espacio a unas notas de tal elevada frecuencia que 
    sólo pueden ser canalizadas perfectamente por los grandes Angeles 
    planetarios o por los altos Iniciados de la Jerarquía. Sin embargo, a los 
    seres humanos de una cierta evolución les cabe la suerte -si podemos decirlo 
    así- de acogerse consciente o inconscientemente a las influencias angélicas 
    o astrológicas que rigen los ciclos menores del tiempo, llamados 
    esotéricamente tatwas, y también los que se derivan del movimiento de 
    rotación de la Tierra, es decir, del día, de la noche, de las auroras y de 
    los crepúsculos, así como de los del movimiento de traslación del planeta 
    alrededor del sol que originan las cuatro estaciones del año... Por todas 
    estas coincidencias que influyen poderosamente en el destino humano, cabe 
    admitir la importancia del conocimiento del mundo dévico en relación con la 
    vida de la Naturaleza y de la sabia definición del gran iniciado HERMES 
    TRISMEGISTUS, que les asignaba a los Angeles la denominación de gobernadores 
    del mundo. 
 Ahora bien, de acuerdo con la descripción esotérica hasta aquí realizada 
    para definir las distintas jerarquías angélicas que operan en y a través de 
    nuestro Universo, habrá que hacerse un énfasis especial a las jerarquías que 
    actúan más allá del círculo-no-se-pasa del Sistema solar por cuanto 
    personifican las energías que provienen de las Doce Constelaciones 
    Zodiacales que constituyen nuestro cielo sideral y que a través de los 
    grandes Angeles planetarios convergen en la vida evolutiva del planeta a 
    través de las fuerzas ocultas que rigen el complejo molecular de los 
    elementos químicos de la Naturaleza, es decir, los elementales constructores 
    del aire, del fuego, del agua y de la tierra, llamados esotéricamente en 
    nuestro Tratado, sílfides, salamandras, ondinas y gnomos... Un atento examen 
    del diagrama que sigue nos informará acerca de las relaciones astrológicas 
    que existen entre las grandes Constelaciones, los Angeles, los planetas y la 
    vida oculta de la Naturaleza a través de los pequeños gobernantes de los 
    elementos, reconocidos esotéricamente como elementales constructores: (ver 
    pág. 153)
 
  
  
    Este diagrama va orientado hacia la comprensión 
    espiritual del hombre corriente. El orden de los planetas regentes variaría 
    si nos atuviésemos a la evolución de los discípulos mundiales y de los 
    Iniciados del planeta. Sin embargo, esperamos que el orden expuesto sea 
    suficiente por ahora, ya que no es nuestro empeño en este Tratado esotérico 
    sobre los Angeles abordar directamente el estudio astrológico, sino que 
    intentamos únicamente establecer analogías para facilitar nuestra 
    investigación sobre la vida de los Devas. 
 La personificación Mistica de las Energías
 
 El aspirante espiritual debe estudiar el ocultismo desde el ángulo de vista 
    de las causas motivadoras de los acontecimientos planetarios y prestar menos 
    atención a las conclusiones exotéricas basadas en objetividades 
    intelectuales, muy dignas de tener en cuenta, pero del todo punto 
    insuficientes para poder adueñarse del secreto dévico o angélico que rige el 
    mundo de las causas de todos los fenómenos naturales pero, paradójicamente, 
    deberá experimentar, tan exotéricamente como le sea posible -si puede ser 
    comprendida exactamente esta locución- las verdades esotéricas sometidas a 
    su atención acerca de las causas de toda manifestación objetiva de la 
    Naturaleza y de los ambientes sociales de la humanidad, a fin de poder 
    localizar en el éter a las gloriosas Entidades dévicas cuya misión es 
    personificar las energías logoicas que surgen de todos los puntos del 
    Espacio absoluto y sirven de Vehículos de comunicación entre Sí de todas 
    aquellas Entidades Logoicas cuyo destino inviolable es extenderse en 
    magnitud y profundidad por las infinitas regiones cósmicas. Siendo así, la 
    misión del aspirante espiritual, cuya participación en la vida evolutiva de 
    la Naturaleza ha de ser cada vez más consciente y efectiva, será sin duda 
    también la de crecer en magnitud y profundidad dentro de los ámbitos 
    planetarios en donde vive, se mueve y tiene el ser, lo cual sólo será 
    posible si se deja influenciar creadoramente por la fuerza mágica de los 
    Angeles y se somete voluntariamente a la actividad moldeadora que Ellos 
    ejercen sobre los hombres y sobre las comunidades sociales de acuerdo con la 
    presión de los majestuosos Arquetipos causales diseñados por la propia 
    Divinidad. De acuerdo con esta idea podríamos decir que el mejor de los 
    consejos que puede serle impartido al aspirante espiritual hacia el cual van 
    especialmente dirigidos estos comentarios- es que se deje guiar serenamente 
    por las corrientes astrológicas que rigen su destino kármico más bien que el 
    pretender conocer intelectualmente los signos astrológicos que lo rigen. Así 
    avanzará más rápidamente hacia la consumación de su vida kármica ya que, tal 
    como dice el Maestro, mejor es vivir que conocer. Como se verá por poco que 
    se profundice en estas palabras, no se niega en absoluto la efectividad del 
    conocimiento intelectual relacionado con la forma y principal integrador de 
    la mente razonadora, sino que se le pospone únicamente para dar lugar a la 
    cualidad vivencial del Espíritu, el cual está más allá y por encima de todo 
    posible razonamiento. Es decir, y siendo todavía más concretos, en el primer 
    caso y a través de las vías del conocimiento natural sabemos que existen los 
    Angeles, pero en el segundo establecemos contacto con sus inmortales Vidas y 
    nos dejamos guiar por las luminosas expresiones de sus Presencias radiantes. 
    La entrada en el Sendero oculto como regla obligada de nuestro propósito 
    espiritual, es el resultado cierto –nos demos o no cuenta de ello- de alguna 
    experiencia vivida de carácter angélico. Tal experiencia ha impresionado sin 
    embargo tan potente y fúlgidamente nuestra memoria que ya jamás podremos 
    olvidarla y es aquella luz subjetiva e intuitiva la que lenta aunque 
    persistentemente nos va introduciendo en el Camino iniciático...
 
 
 La Astrología, una Ciencia de Comunicación entre Angeles y Hombres
 
 Este tema será continuación del anterior, pero concretándolo a aspectos más 
    objetivos y más fácilmente asimilables para la mente intelectual de los 
    aspirantes espirituales. Al definir a la Astrología como una Ciencia de 
    Comunicación o de relación entre Angeles y Hombres, tenemos en cuenta el 
    significado místico del contacto espiritual existente desde siempre por 
    decisiones de la propia Divinidad y que, por ello, escapa totalmente a 
    nuestros comentarios. Intentamos únicamente añadirle un mayor sentido 
    potencial , asignándoles a los hombres sentido creador y a los Angeles 
    cualidades constructoras. Así, el sentido del axioma esotérico la Energía 
    sigue al Pensamiento, puede ser utilizado igualmente en la locución 
    corrientes de energía ambiental o cuando extendiendo enormemente el 
    significado oculto de la misma hacemos uso de la frase corrientes de vida 
    astrológica. En ambos casos se expresa idéntica idea de COPARTICIPACION, ya 
    sea entre Entidades Logoicas y poderosos Arcángeles o entre entidades 
    humanas y Angeles familiares. Lo único que hay que señalar naturalmente es 
    la abismal distancia, medida en términos de evolución, que separa un 
    trascendente Arcángel que teje los acontecimientos que constituyen el 
    destino creador de un Logos, Señor de un Universo, de una constelación o de 
    una Galaxia, de aquel Deva familiar que utilizando los materiales que le 
    suministra la vida espiritual y oculta de un ser humano, le crea los 
    acontecimientos ambientales que configuran y modelan su destino.
 
 Por lo tanto, cuando hablamos de la Astrología como una vía natural de. 
    comunicación entre Angeles y hombres en virtud de las energías de los 
    astros, no hacemos sino concretar el proceso en términos fácilmente 
    comprensibles para la mente intelectual. Utilizando la clave de la analogía 
    nos será útil considerar la relación que existe entre:
 
 a. Las Doce Constelaciones del Zodíaco (Los doce MAHADEVAS).
 b. Los Doce Planetas Sagrados (al finalizar el Mahamanvántara)
 c. Las Doce Lunas del Planeta Júpiter
 d. Las Doce Tribus de Israel
 e. Las Doce Puertas de la Ciudad Celeste (de Shamballa)
 f. Los Doce Trabajos de Hércules
 g. Los Doce Apóstoles (Los doce Angeles planetarios)
 h. LosDoce Pétalos Sagrados del Corazón
 i. Los Doce Meses del Año
 
 
 Esta relación, entresacada de las leyes de la analogía, si bien no completa, 
    nos permitirá extender considerablemente nuestro horizonte mental en torno a 
    nuestro estudio esotérico sobre los Angeles ya que tales Entidades, a partir 
    de los Doce Mahadevas de las Constelaciones del Zodíaco que presiden nuestro 
    cielo sideral, están presentes como energías personificadas en todas y cada 
    una de las analogías antes descritas, pues si bien es evidente su actividad 
    bajo la forma de los grandes Mahadevas que personifican o encaman las 
    corrientes de energía que surgen del centro místico de cada Constelación, no 
    lo es menos en el sentido de considerar que todas las analogías con base en 
    el número DOCE se corresponden precisamente con la actividad dévica y con el 
    número de perfección del Reino de los Angeles.
 
 Vemos así, en la relación oculta entre el Zodíaco sideral y los doce 
    planetas sagrados, una posibilidad de largo alcance para la Vida de nuestro 
    Logos solar, ya que si bien en la actualidad son sólo siete los planetas 
    sagrados, tal como vimos en páginas precedentes de este Tratado, hay que 
    tener en cuenta que existen otros tres planetas no sagrados: la Tierra, 
    Marte y Plutón, a los cuales habrá que añadir otros dos todavía no 
    descubiertos, pero que ya empiezan a surgir del éter -tal como 
    esotéricamente se dice- totalizando doce planetas, relacionados místicamente 
    con cada una de las doce Constelaciones y que serán sagrados al final de 
    nuestro sistema solar, cuando nuestro Logos haya logrado la perfección del 
    Arquetipo solar o angélico que corresponde al Universo actual.
 
 Según se nos dice esotéricamente hay una misteriosa relación entre los doce 
    planetas sagrados con los doce satélites de Júpiter el cual, a través de 
    cada uno de ellos, canaliza misteriosamente las energías de las doce 
    Constelaciones. Hay que advertir al respecto que Júpiter es un planeta 
    sagrado vinculado con las energías del segundo Rayo, el mismo que rige la 
    Vida de nuestro Logos solar y que su relación con ESTE es similar a la que 
    unía místicamente la vida de Juan, el discípulo más amado, con la de Cristo, 
    el Representante de las energías del segundo Rayo de AMOR en nuestro 
    planeta. Hay que tratar de ver en toda posible analogía una base de 
    realidad, que no es meramente simbólica sino que intenta precisamente 
    expresar verdades universales. Los doce hijos de Jacob, las doce Tribus de 
    Israel y las doce Puertas de la Ciudad Celeste (Jerusalén), son analogías 
    muy significativas de las Doce Constelaciones, aunque concretizadas en los 
    aspectos bíblicos de pueblo elegido, teniendo en cuenta, sin embargo, que 
    toda la humanidad y no únicamente el pueblo judío es el pueblo elegido por 
    la Divinidad, siendo Jerusalén, la Tierra Prometida, un símbolo del Centro 
    místico de SHAMBALLA y las doce puertas que dan acceso a este Centro Celeste 
    son las corrientes astrológicas del Zodíaco que el ser humano perfecto ha de 
    dominar antes de poder penetrar en el recinto secreto de SHAMBALLA, el 
    Centro en donde la Voluntad de Dios (el Logos solar) es conocida...
 
 Tiene entonces una realidad plenamente objetiva el mito de los doce trabajos 
    de Hércules, siendo Hércules la personificación del Iniciado que obtuvo la 
    perfección en cada uno de los doce signos del Zodíaco y en cada uno de los 
    Siete Rayos: 12+7=19, 1 + 9 = 10, número que, como Uds. saben, es el de la 
    perfección humana. Siendo más concretos todavía, deberíamos decir que cada 
    uno de los trabajos de Hércules se realiza en el corazón del Iniciado a 
    través de cada uno de los doce pétalos del chacra cardíaco, un trabajo que 
    repercute en el chacra coronario, en cuyo centro espiritual y en el momento 
    cúspide de la quinta Iniciación resplandece la estrella mística de doce 
    puntas de un indescriptible blanco inmaculado, representación infinita en la 
    vida del hombre perfecto de la perfección del Logos Solar, cuyo Centro 
    Cardíaco de Doce resplandecientes Pétalos está constituido por todos los 
    Hércules planetarios, o Maestros de Compasión y Sabiduría de todas las 
    humanidades de este Sistema Solar, que alcanzaron la perfección en cada uno 
    de los Doce Signos del Zodíaco.
 
 
    Los Ciclos de Vida Universal
 
 Las ideas precedentes tratan, como Uds. habrán podido comprobar, con la ley 
    universal de los ciclos, es decir, con los períodos de actividad con que son 
    divididos dentro de la inmensidad del espacio los momentos augustos del 
    tiempo. Este último se basa, dentro de un plano tridimensional, en los 
    movimientos de rotación y de traslación de los astros, siendo mayores 
    naturalmente los ciclos de tiempo correspondientes a las inmensas 
    orbitaciones de los grandes sistemas. No hay una correspondencia exacta, por 
    tanto, entre el movimiento de rotación y de traslación de nuestro planeta y 
    el de otro planeta, mayor o menor, dentro de nuestro Universo, desde el 
    ángulo de vista del tiempo, ya que será tanto más extenso el recorrido u 
    orbitación de cualquier planeta o astro celeste cuanto más alejado se halle 
    de su centro solar, por lo cual casi resultará imposible conceptuar la 
    magnitud de los ciclos del tiempo cuando los condicionemos a los gigantescos 
    centros solares, galácticos o cósmicos que se mueven dentro de la extensión 
    infinita del Espacio absoluto. La relación Espacio-Tiempo parece ser, sin 
    embargo, la medida natural de la evolución en lo que a la ley de ciclos 
    respecta, siendo el Espacio la gran Matriz Cósmica de todas las formas 
    universales y el Tiempo el factor condicionante del Espacio, cuando movidos 
    por las Leyes infinitas de la Necesidad Kármica se sienten atraídos los 
    Logos creadores hacia los periodos cíclicos de la Manifestación.
 
 Pese al contenido abstracto de estas ideas nos será posible, sin embargo, 
    llegar a la conclusión de que la noción de tiempo es muy relativa, ya que se 
    halla condicionada siempre a las mayores o menores magnitudes de las 
    orbitaciones cíclicas de los astros. Hay que considerar no obstante -y esta 
    es una conclusión definidamente esotérica- que cuanto mayor sea una 
    orbitación mayor será asimismo la efusión de energía proveniente de 
    cualquier centro solar, siendo mayores y más potentes, por tanto, las 
    Energías Angélicas cuyas excelsas Vidas galvanizan los éteres espaciales 
    dentro de los cuales tienen lugar aquellas tremendas orbitaciones, estando 
    muy estrechamente vinculada la ley espiritual de Jerarquía con la magnitud 
    de una orbitación, de la misma manera que la expansión del campo magnético 
    humano en el orden espiritual dependerá de la evolución de la conciencia, 
    situada constantemente en el centro de la tensión espacio-tiempo la cual, 
    una vez superada a través de las leyes de la evolución se convertirá en 
    equilibrio, es decir, en la armonía integral que se produce cuando la 
    conciencia se ha liberado de toda posible polaridad en el devenir de su vida 
    individual.
 
 La energía producida por las orbitaciones de los cuerpos celestes al rasgar 
    los espacios siderales, tendrá una medida constante para cada astro, siendo 
    proporcional la energía a la magnitud de las orbitaciones, o sea, que a 
    mayor orbitación mayor cantidad generada de energía. La cualidad de dicha 
    energía vendrá determinada naturalmente por la ley de Jerarquía, de la cual 
    cada Logos es un exaltado exponente. Otros conceptos. que pueden ser 
    extraídos en relación con estas ideas que vamos exponiendo tendrán que ver 
    con Las vinculaciones astrológicas existentes entre todos y cada uno de Los 
    Sistemas estelares en movimiento de expansión cíclica y con las cualidades 
    de las energías, o corrientes de Vida dévica de Rayo, que surgen de cada 
    centro logoico de creación.
 
 Contemplado el Universo desde este ángulo de vista aparecerá surcado, sin 
    duda, por una infinita gama de energías, matizadas por la luz, la nota o el 
    sonido que emiten los Logos de cada esquema solar y transportadas por los 
    Angeles, de todas las jerarquías posibles, a través del espacio absoluto, 
    estando marcado cada Angel por la impronta o sello específico de tales 
    corrientes de energía, definidas esotéricamente como de FRICCION ya que, al 
    parecer, tienen que ver directamente con el Fuego creador de la Divinidad de 
    cada esquema y radicando ahí, en esta idea, una explicación científica de 
    las causas de la electricidad tal como la conocemos en nuestro planeta. 
    Bien, como Uds. verán, deberemos extremar mucho nuestro sentido de la 
    analogía sobre este punto, ya que se trata ni más ni menos que de comprender 
    la ley mística de Los contactos establecidos, vía el espacio, por todos los 
    Logos creadores y grandes Arcángeles dentro de la infinita majestad del 
    Cosmos.
 
 Deberemos suponer también, de acuerdo con estos nuevos conceptos que vamos 
    emitiendo, que las auras angélicas o vestidura etérica de que se apropian 
    las distintas y numerosas jerarquías de Angeles en el Cosmos como símbolo de 
    poder y majestad, variarán sensiblemente en color, radiación y poder de 
    acuerdo con la evolución del Centro Logoico de donde procedan y también 
    según sea la magnitud de la orbitación de este centro solar en relación con 
    otros centros solares y la intensidad de las fricciones que originan en su 
    desplazamiento por el espacio. El sonido que producirá el éter del espacio 
    al ser rasgado equivaldrá a una nota o sonido cósmico y el fuego que surja 
    por efecto de las intensas fricciones originará para cada Universo un tipo 
    peculiar de energía, electricidad o corriente astrológica que los astrólogos 
    del futuro deberán tener en cuenta, considerándola no como una simple 
    energía estelar, sino como un tremendo poder psicológico que les dará la 
    clave del karma de nuestro planeta. Podríamos añadir también siempre de 
    acuerdo con la analogía- que si a igual que un exaltado RISHI pudiésemos 
    contemplar el Universo desde su elevada atalaya cósmica, percibiríamos en el 
    fuego de la fricción un color definido de acuerdo con las cualidades 
    espirituales que surgen de los centros logoicos, oiríamos un sonido, el 
    mántram universal que repiten incesantemente las jerarquías angélicas y 
    observaríamos una forma geométrica, la del Arquetipo que cada Logos creador 
    tiene el Dharma de realizar y llevar a la perfección. El tema, si bien 
    profundamente sugestivo es también extremadamente complejo y la analogía no 
    será suficiente quizás para poder darnos una idea de estos ángulos de 
    percepción tan vastos... Deberemos confiar mucho, por tanto, en la capacidad 
    intuitiva de nuestra conciencia y en la profundidad y persistencia de 
    nuestras investigaciones. De todas maneras, se halla ahí, en esta idea, una 
    explicación esotérica de aquel fenómeno cósmico definido ocultamente como 
    Música de las Esferas, la cual sólo puede ser oída por los grandes Iniciados 
    del Sistema. Los oídos mortales del ser humano sólo pueden escuchar algunas 
    de las notas de aquella mágica sinfonía, las cuales se traducen en la música 
    que nos cautiva, sensibiliza y deleita. Volviendo a la idea cósmica que nos 
    ocupa, podríamos decir que de la misma manera que el perfume precede siempre 
    a la flor, la música de un planeta precede asimismo constantemente el paso 
    de su cuerpo celeste por el espacio y los oídos logoicos de todas las 
    comunidades cósmicas podrán detectarle y deleitarse -si podemos decirlo así- 
    de la Melodía que producen los Angeles de aquel cuerpo celeste y determinan 
    su cósmica identificación, ya que aquella melodía en su integridad 
    constituye el NOMBRE augusto del Logos que lo rige y representa. De ahí la 
    importancia asignada esotéricamente al Nombre, ya se refiera a los hombres o 
    a los Devas, por cuanto en el Nombre subyace el secreto iniciático del 
    Reconocimiento espiritual y las bases íntimas de la universal perfección. El 
    tema del Nombre y su importancia iniciática fue estudiado en el segundo 
    libro de este Tratado. Nos abstendremos por tanto de insistir sobre el 
    mismo. Sin embargo, y ya para terminar, quisiéramos establecer unas nuevas 
    analogías las cuales podrán ayudamos en el devenir de futuras 
    investigaciones:
 
 
  
    Estos tres factores, aplicados a la vida de nuestro Universo, darían lugar a 
    lo que esotéricamente definimos como Espíritu, Alma y Cuerpo. En relación 
    con el hombre corriente esta triple manifestación se expresaría como mente, 
    sensibilidad y cuerpo físico y con respecto al orden general de la 
    existencia, tal como se expresa en nuestro planeta, surgirían como siempre 
    los tres aspectos vitales tantas veces repetidos en las páginas de este 
    Tratado, es decir:
 
 a. Sonido
 b. Color
 c. Forma Geométrica
 
 
 una constante cósmica, eternamente invariable que igual puede ser aplicada 
    al más elevado Universo como al más diminuto de los átomos. El principio de 
    analogía, inteligentemente aplicado, nos dará siempre la clave esotérica o 
    mística de cualquier estudio o de cualquier idea, por elevadas que sean sus 
    implicaciones.
 
    
 La división esotérica del mundo por las Grandes Jerarquías Dévicas
 
 De acuerdo con el sentido territorial el planeta se halla dividido en cinco 
    Continentes, siendo actualmente cinco las razas humanas que realizan su 
    evolución en nuestro mundo. La jerarquía angélica de los AGNISCHAITAS, más 
    directamente vinculada con la creación física de la Naturaleza, tienen poder 
    sobre los cinco grandes grupos de elementos que producen el fenómeno de la 
    vida en todo el contenido substancial planetario, es decir, en la tierra, en 
    el agua, en el fuego, en el aire y en el éter que es el elemento 
    cualificador e integrador. Los seres humanos poseen cinco sentidos normales 
    de percepción, vista, oído, olfato, gusto y tacto y según se nos dice 
    esotéricamente los más avanzados deberán desarrollar también cinco sentidos 
    en cada uno de sus cuerpos sutiles, el astral, el mental, el búdico y el 
    átmico, en el devenir de la presente Cuarta Ronda. Pasar de ahí, en lo que 
    al ser humano se refiere, sería una empresa vana considerando el desarrollo 
    espiritual de la humanidad del presente. Sabemos, a través de nuestras 
    investigaciones esotéricas, que hay en el mundo hombres de elevadísima 
    integración espiritual, tales como los Iniciados de la Jerarquía planetaria 
    quienes, merced a los esfuerzos, devoción al trabajo interno y a las férreas 
    disciplinas de Sus vidas, lograron desarrollar los sentidos correspondientes 
    a cada uno de los cuerpos o vehículos de manifestación cíclica o evolutiva 
    en la presente Ronda planetaria, y aún otros dos que para la inmensa mayoría 
    de la humanidad constituyen sólo unas vagas promesas para más lejanas edades 
    y más avanzados ciclos evolutivos. Como resultado de las profundas 
    investigaciones ocultas, sabemos que en los planetas Venus y Mercurio y 
    posiblemente en alguno otro más de nuestro Sistema solar, las humanidades 
    que en ellos realizan su evolución han desarrollado seis y hasta siete 
    sentidos de percepción interna, lo cual les facilita la percepción en otros 
    niveles más elevados del Universo, a igual que nuestros Adeptos e Iniciados. 
    El hecho se debe principalmente a que tales humanidades realizan su 
    evolución en una Cadena o en una Ronda planetaria mas elevada que la 
    nuestra, lo cual puede ser un indicio de que se hallan estrechamente 
    vinculadas con Jerarquías angélicas de extraordinaria evolución, teniendo en 
    cuenta que viven, se mueven y tienen el ser en espacios de seis y siete 
    dimensiones, habiendo una directa relación entre las dimensiones del Espacio 
    donde actúan los Angeles y los sentidos desarrollados cíclicamente por todas 
    las humanidades del Sistema.
 
 Los Angeles de la Naturaleza, es decir, estas potencias ocultas que presiden 
    el orden de la evolución en nuestro planeta Tierra, se mueven en espacios de 
    cinco dimensiones, habida cuenta que los sentidos que tiene que desarrollar 
    nuestra humanidad en cada Plano de la Naturaleza son solamente cinco en la 
    actual Ronda planetaria y en lo que al ser humano respecta. Sabemos, sin 
    embargo, que hay Angeles de exaltada evolución formando parte de nuestra 
    Jerarquía planetaria que se mueven en espacios multidimensionales, tales 
    como los que rigen los Planos de la Naturaleza o los que ordenan el proceso 
    de integración de los Reinos, las razas y las especies. En lo que a la gran 
    familia humana se refiere, sólo podemos hablar de los Angeles familiares, de 
    gran evolución espiritual, que viven en muy estrecho contacto con los seres 
    humanos constituyendo misteriosamente las bases de sus culturas, 
    civilizaciones y ambientes sociales, siendo uno de sus principales cometidos 
    facilitarles el desarrollo de los cinco sentidos de percepción en cada uno 
    de sus cuerpos sutiles.
 
 Nuestro planeta, como todos los planetas del Sistema solar, es esencialmente 
    septenario aunque en su presente estado de evolución esté desarrollando 
    únicamente una quinta fase de la Voluntad todopoderosa de la Divinidad, y es 
    por esta razón que el número básico ó sagrado que corresponde 
    indistintamente al Reino humano y a la evolución dévica es el CINCO, estando 
    representado simbólicamente el primero en la forma geométrica del pentágono 
    con la figura de un hombre en el centro y la segunda en la estrella de cinco 
    puntas que brilla esplendorosamente en la radiante cabeza de los Angeles 
    AGNISHVATTAS. El número cinco es, por tanto, el número de la integración que 
    corresponde a la humanidad y al mundo dévico, prescindiendo por completo de 
    si en las filas de la humanidad o en las de las jerarquías angélicas existan 
    excelsas Entidades de tal elevado desarrollo espiritual que posean siete 
    sentidos en plena actividad, hayan alcanzado siete iniciaciones o que se 
    muevan en espacios ultradimensionales para medir los cuales nuestra mente 
    actual carece por completo de datos y referencias.
 
 Es lógico suponer que al dividir el planeta en cinco Continentes, se obedece 
    jerárquicamente a un claro sentido de analogía con el número cinco que 
    corresponde a la perfección del Cuarto Reino, el Reino humano, en esta 
    presente fase de la evolución planetaria, cuya meta reconocida es alcanzar 
    la conciencia átmica en el quinto Plano del Sistema solar. Se hace 
    referencia también a las cinco jerarquías de Angeles con los cuales el ser 
    humano podrá establecer contacto a medida que vaya desarrollando sus 
    sentidos o facultades en los niveles subjetivos de la Naturaleza.
 
 Desde el ángulo de vista esotérico y utilizando el principio hermético de la 
    analogía, podríamos decir que los cinco Continentes de la Tierra están bajo 
    la dirección de cinco exaltados Angeles de categoría espiritual muy similar 
    a la de los Budhas de Actividad, teniendo bajo sus órdenes un increíble 
    número de Devas constructores y espíritus elementales cuya misión es 
    construir, conservar o destruir las formas de acuerdo con el proceso 
    evolutivo o kármico de aquellos Continentes. Cinco Angeles subalternos, 
    aunque de gran evolución espiritual y dependiendo directamente del Centro 
    místico de SHAMBALLA, enfocan las energías superiores de los Rayos 
    involucrados en esta presente Era de grandes oportunidades espirituales, en 
    cinco definidas ciudades del mundo con objeto de irradiar a través de las 
    mismas el poder dinámico de tres esplendentes Entidades cósmicas conocidas 
    esotéricamente bajo los nombres de: el Avatar de Síntesis, el Espíritu de la 
    Paz y el Señor Budha, las cuales preparan el Camino para el Avatar de la 
    Nueva Era. Tales ciudades son: Nueva York, Londres, Ginebra, Tokyo (Japón) y 
    Darjeeling (India).
 
 Podemos decir también que todas las naciones de la Tierra, a igual que cada 
    Continente, están ocultamente dirigidas por un Angel de elevada jerarquía a 
    quien se le asigna esotéricamente el nombre de espíritu nacional. Las 
    características particulares, idiosincrasia y temperamento de los ciudadanos 
    de un país obedecen a ciertas improntas de carácter angélico que le prestan 
    a esta nación su propio e inconfundible sello. Si nos diésemos cuenta de 
    estas motivaciones subjetivas, llegaríamos a distinguir posiblemente las 
    causas profundas de ese espíritu nacional y nuestro grado de afinidad con el 
    mismo, lo cual significaría que nos habríamos puesto en contacto con el 
    poderoso Deva que rige los destinos de un país, reconociendo su directa 
    participación en la elaboración de su lenguaje, tipo racial, temperamento 
    físico y complejo psicológico y teniendo en cuenta, además, que dicho Deva 
    canaliza las corrientes astrológicas de los astros que inciden sobre su 
    particular territorio y condicionan su karma nacional, el cual viene 
    condicionado también por las reacciones psíquicas de cada uno de sus 
    ciudadanos a aquellas impresiones astrológicas o cíclicas. El lenguaje 
    constituye el elemento integrador de un país a través del numerosísimo 
    cortejo de devas menores, cuya misión es escuchar los distintos sonidos que 
    se elevan de la gran masa de sus ciudadanos y según las peculiares 
    reacciones que suscitan en el éter del Espacio, van construyendo lo que 
    podríamos definir como la arquitectura del lenguaje.
 
 Tal como dijimos en otra parte de este Tratado, la civilización, la cultura 
    y la ética de las naciones se refleja en la riqueza expresiva de su lenguaje 
    como medio de relación y participación en las tareas encomendadas a cada uno 
    de los ciudadanos de un país, así como en su capacidad de adaptarlo a las 
    necesidades de comunicación internacional, siendo esta necesidad de 
    comunicación un intento de carácter espiritual programado por el Señor del 
    Mundo para una Era no muy lejana de la nuestra actual, para cuya realización 
    será preciso que las naciones más poderosas de la Tierra, olvidando viejos 
    antagonismos e intereses, se pongan de acuerdo sobre la base común de un 
    idioma internacional basado en las necesidades humanas y en el espíritu de 
    buena voluntad. Estamos plenamente seguros que los grandes Devas familiares 
    aportarían sus profundos conocimientos sobre los sonidos humanos para que 
    dicho lenguaje tuviese eficacia, fuese de fácil adaptación y encarnase un 
    mágico sentido de unión y creatividad.
 
 Lo dicho para las naciones puede ser íntegramente aplicado a los territorios 
    menores que llamamos comarcas, regiones o localidades, siendo de notar que 
    dentro de los límites o fronteras de cada nación la Tierra existe una 
    notable variedad de carácteres y temperamentos, así como inflexiones 
    específicas y muy particularizadas dentro del mismo lenguaje o sistema de 
    expresión que le prestan singulares y determinadas diferenciaciones. Veamos, 
    por tanto, cuan difícil le será a la humanidad llegar a un correcto 
    entendimiento en el orden general planetario cuando tantas y tan diversas 
    variantes existen dentro de las propias fronteras de un país...
 
 Cada espacio terrestre, sea nacional, comarcal o territorial viene regido 
    por sus particulares Devas, los cuales tienen una inexplicable y misteriosa 
    conciencia de su misión. Así, cada lugar de la Tierra, desde el más amable y 
    acogedor hasta el más árido e inhóspito, está ocultamente regido por sus 
    correspondientes entidades dévicas las cuales están haciendo llegar su 
    influencia o radio de actividad magnética a los lugares más ocultos e 
    impenetrables por medio de los elementales constructores a los que hicimos 
    amplia referencia en otras partes de este Tratado. Un hermoso paisaje lleno 
    de verdor y cálido ensueño, lo mismo que el árido y reseco desierto, están 
    ocultamente dinamizados por los Devas, sea cual sea su estirpe o jerarquía, 
    cumpliendo su misión de acuerdo con el karma planetario, pudiendo afirmarse 
    que a medida que la humanidad vaya avanzando en su evolución serán más 
    acogedoras y menos hostiles las condiciones climatológicas y los ambientes 
    sociales del planeta. No habrán entonces zonas inhóspitas, desiertas, yermas 
    o áridas como las de las cercanías de los polos o del ecuador. Las pequeñas 
    voluntades de los hombres, que son parte de la Voluntad de Dios, harán 
    posible que el eje de la Tierra enderezca su posición con respecto al plano 
    horizontal de su eclíptica y se produzca por efecto de ello un estado de 
    armonía general que le depare al conjunto planetario un clima de físico 
    bienestar y ambientes sociales fraternales y correctos para todos los hijos 
    de los hombres.
 
 No estamos traficando con sueños ni nos atraen las visiones exageradamente 
    místicas en las líneas descriptivas de este Tratado. No hacemos sino repetir 
    con diferentes palabras lo dicho y repetido por los grandes Iniciados de 
    nuestro planeta: “. . .La Naturaleza cumplirá su misión de armonía cuando el 
    hombre haya cumplido la suya de paz, fraternidad y justicia”.
 
 
  
 
 
                
            
                  
                  
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