En nuestro Universo de segundo Rayo se expresa una ley 
                compensatoria entre el Bien y el Mal que esotéricamente 
                definimos como de Síntesis y se manifiesta en forma de 
                equilibrio. La Síntesis, en todas sus expresiones objetivas o 
                subjetivas, certifica constantemente el sentido de este 
                equilibrio natural. Podríamos decir así, de acuerdo con las 
                líneas que seguimos en este Tratado, que el armonioso 
                entendimiento y comprensión entre dos de las más conocidas 
                corrientes de vida evolutiva dentro del Universo, la angélica y 
                la humana, producirá a su debido tiempo una síntesis espiritual 
                que dará nacimiento a una nueva raza de hombres cuyas 
                características etnológicas serán de tal naturaleza que se 
                confundirán con las formas sutiles de los Angeles superiores, 
                produciendo sutilidad física, sentido de transparencia, carencia 
                de sexo, profunda luminosidad y magnética radiación... El 
                afortunado ser a quien le ha sido posible percibir a un elevado 
                Deva de la categoría de los AGNISHVATTAS o establecer contacto 
                consciente con su propio Angel Solar, sabrá por anticipado la 
                gloria que les aguarda a los seres humanos en el devenir de 
                ulteriores edades evolutivas, cuando trascendidas las etapas 
                correspondientes a los cuerpos físico, astral y mental, puedan 
                funcionar libremente en sus vehículos búdicos. Tal eventualidad, 
                por alejada que parezca es, sin embargo, sólo un pequeño ciclo 
                dentro del gran Camino Cósmico que ha de recorrer el ser humano 
                hasta convertirse en un ser Andrógino, con la pureza 
                indescriptible del Angel superior y la conciencia cósmica que 
                como ser humano purificado le corresponde. 
                
                Cuando el hombre llega a ese estado que bien podemos calificar 
                de Síntesis, se convierte en un Agente universal o planetario 
                del Bien Cósmico. Sin embargo, cuando hablamos del Bien o del 
                Mal cósmicos, no hacemos sino extender a una superior escala o 
                medida lo que humanamente entendemos por bien y por mal con los 
                inevitables riesgos de confusión mental que ello presupone. 
                Nuestras distinciones obedecen naturalmente al sentido de lo que 
                psicológicamente nos produce placer o bienestar o, por el 
                contrario, desazón, angustia y sufrimiento. Lógicamente, al 
                tratar de extender estas condiciones psicológicas al Cosmos 
                absoluto nos encontraremos siempre con la inevitable barrera de 
                los desconocidos éteres espaciales, cuyas inexploradas regiones 
                constituyen todavía un misterio para nuestra humana comprensión, 
                por cuyo motivo se nos advierte esotéricamente de la necesidad 
                de utilizar la clave hermética de la analogía, aquella que se 
                erige como el principio intuitivo del conocimiento, en el 
                sentido de que si el hombre es hecho realmente a imagen y 
                semejanza del Creador es obvio que al profundizar rectamente en 
                sí mismo ha de descubrir un día el secreto iniciático que 
                encubre el alto Misterio del Bien y del Mal y las causas ocultas 
                que determinan ambos efectos. Siguiendo adelante con este 
                principio de analogía, podríamos considerar el Cosmos como una 
                gigantesca y sobrecogedora ampliación del ser humano perfecto y 
                teniendo una cierta idea de la perfección, tal como la evolución 
                de nuestra mente nos la da a entender, no nos será difícil 
                establecer estas relaciones cósmicas con solo considerar que el 
                principio de analogía corre paralelo al del principio de 
                semejanza que, al parecer, existe como una constante divina en 
                la extensión infinita de todo lo creado. 
                
                El lector habrá apreciado, sin duda, que en algunos pasajes de 
                nuestro estudio hemos utilizado el término Mal Cósmico en el 
                sentido de que la Perfección absoluta no existe en lugar alguno 
                del Cosmos, ya que de haberla el Espacio, el Universo, el Cosmos 
                en su totalidad, etc., serían un inmenso e indescriptible 
                PRALAYA, un insondable VACIO en donde habría sido reabsorbida 
                para siempre jamás la OBRA perenne de la Creación con sus 
                infinitos y correspondientes MANVANTARAS. En la línea de esta 
                idea cabe señalar que todo proceso evolutivo, sea cual sea su 
                importancia y trascendencia, obedece a razones kármicas, 
                viniendo cualificado todo Karma por la Ley de Necesidad que 
                obliga a todo Logos creador a REENCARNAR cíclicamente en los 
                insondables Espacios que guardan el secreto del Cosmos 
                manifestado. Habrá que imaginar, por tanto, que existen Logos 
                creadores de todas las Jerarquías posibles dentro del cuadro de 
                lo que esotéricamente hemos aprendido, planetarios, universales, 
                cósmicos y galácticos, cualificando cada uno de Ellos con su 
                particular tipo de evolución y naturaleza expresiva ciertas 
                definidas zonas del Espacio infinito. Esta analogía nos lleva 
                consecuentemente a la consideración de excelsas Potestades 
                Angélicas de evolución análoga a la de tales Logos que, a igual 
                que las que consideramos como factores esenciales en la 
                estructuración química de nuestro planeta, cooperan con Aquellos 
                en la substanciación etérica de Sus inconcebibles Sistemas 
                Estelares. Aparecerá claro también, y siempre hemos depositado 
                mucho énfasis sobre este punto, que dichos Sistemas constituyen 
                inmensas e inauditas familias cósmicas, inmersas en 
                impresionantes ambientes sociales, sujetas a igual que nosotros 
                a la Ley de Fraternidad la cual, al parecer, es el factor 
                aglutinante -en el más oculto de los sentidos- que mantiene la 
                cohesión y el equilibrio de todos los mundos oscilantes... 
                
                Habremos de imaginar también, siempre desde el ángulo de la 
                analogía, que existirán grandes diferenciaciones de potencial 
                magnético entre los infinitos Logos que constituyen tales 
                agrupaciones, pudiendo asegurarse que tales diferencias de 
                potencial producirán -como en el caso corriente de las pilas 
                eléctricas- el Misterio imperecedero de la ELECTRICIDAD, esta 
                ENERGIA de indescriptibles variaciones, frecuencias e 
                intensidades en orden a la evolución cósmica, que utilizan las 
                infinitas e increíbles huestes de Angeles de todas las posibles 
                Jerarquías para construir las estructuras físicas o moleculares 
                que corresponden a cada tipo de Universo. Esto lo hemos dicho ya 
                varias veces durante el curso de este Tratado y aunque pueda 
                aparecer como una innecesaria redundancia, deberemos continuar 
                insistiendo sobre este punto, ya que no podemos hablar de 
                Síntesis o de Equilibrio sin aceptar previamente aquella 
                INTERCOMUNICACION LOGOICO-ANGELICA que determina el misterio de 
                la construcción de los mundos. 
                
                En este orden de cosas deberemos admitir también que en las 
                infinitas extensiones del Espacio -vean, por favor, cuan 
                limitados son los términos que debemos utilizar- existen ZONAS 
                de tensión o de distensión de carácter magnético, cuyas 
                representaciones objetivas tal como aparecen ante nuestra mente 
                tridimensional, pueden aparecer como canalizadoras del Bien o 
                del Mal cósmico, lo mismo que hacemos habitualmente al 
                referirnos a nuestros ambientes cuando nos son agradables y 
                simpáticos o cuando, por el contrario, los conceptuamos de 
                desagradables y repelentes. 
                
                Ahora bien, al llegar a este punto deberemos considerar si la 
                analogía que utilizamos frente al estudio del inconmensurable 
                Cosmos es válida y representa algún tipo de realidad, o si es 
                inadecuada e imperfecta debido a que nuestra mente es incapaz 
                todavía de utilizar creadoramente aquella analogía por efecto de 
                la falta de desarrollo de nuestros sentidos superiores. 
                Deberemos decir sobre tal extremo, que no disponemos de otra 
                medida que la de nuestro actual entendimiento y que es a través 
                del mismo que nos esforzamos por acercamos honestamente a la 
                Verdad... 
                
                Esta honestidad nos librará, sin duda, de la limitación de 
                ciertos interrogantes científicos que todavía hoy, casi en las 
                postrimerías del siglo XX, están preguntándose si existe vida y 
                conciencia en otros mundos o en otros Universos. Sobre este 
                punto, reconocerán Uds. que la investigación esotérica va mucho 
                más allá del intento científico, ya que como inicio de sus 
                investigaciones acepta el hecho de que la Vida lo llena todo, 
                que no existen vacíos en el Cosmos y que la Conciencia y tipo de 
                Forma de cada Universo, obedecen a una sublime mecánica en el 
                centro de la cual se agitan unos misteriosos Agentes invisibles 
                que utilizan los formidables impulsos creadores surgidos de no 
                importa qué centro Logoico de tensión creadora, para construir 
                los andamiajes y las estructuras de materia cósmica surgidas de 
                aquellos Centros que objetivarán, substanciarán o darán forma a 
                todos los planetas, a todos los Universos y a todas las 
                Galaxias. 
                
                Utilizando pues la analogía a nuestro alcance y reconociendo, al 
                menos como una necesaria hipótesis, que el Espacio absoluto 
                contiene todas las medidas que puedan cualificar la Vida, crear 
                el Entendimiento y construir todas las Formas existentes, 
                aceptaremos el hecho de que el Bien y el Mal cósmico constituyen 
                una necesaria polaridad, tal como ocurre en nuestro Universo y 
                más concretamente en nuestro planeta Tierra. Así, desde el 
                ángulo esotérico deberíamos estudiar dicha polaridad 
                considerándola el principio misterioso del Karma Cósmico, que 
                obliga a la Vida representada por cualquier Centro Logoico de 
                Creación a manifestarse cíclicamente utilizando como Cuerpos de 
                expresión a Universos cada vez más perfectos, sutiles e 
                incluyentes. Vista la idea desde este ángulo de vista, los 
                conceptos de Bien y de Mal aceptados como una necesaria 
                polaridad adoptan esotéricamente el sentido místico del Karma y 
                es a partir de aquí que podemos iniciar realmente un estudio 
                esotérico del Cosmos, equiparando lo que sucede en sus 
                insondables e indescriptibles oquedades con lo que ocurre en 
                nuestro mundo en relación con la humanidad. 
                
                Si tuviésemos la visión de un inefable Adepto en nuestro intento 
                de descubrir la maravillosa Verdad que se oculta tras el velo de 
                nuestra humana ignorancia, quizás descubriríamos que las ZONAS 
                que anteriormente describíamos como expresiones del Bien o del 
                Mal cósmico, no son sino GIGANTESCAS NEBULOSAS conteniendo las 
                semillas de todo lo correcto o de todo lo incorrecto que 
                realizaron o están realizando las humanidades de todos los 
                Sistemas de Mundos en eterna evolución. El Bien y el Mal en el 
                sentido cósmico tendrían entonces un claro significado 
                psicológico, por cuanto los relacionaríamos con nuestros. 
                ambientes sociales en donde lo bueno y lo malo, lo correcto y lo 
                incorrecto y lo apetecible y lo indeseable, constituyen el eje 
                mágico alrededor del cual oscila la Vida del Espíritu, a través 
                de toda posible expresión de Forma, a fin de ser cada vez más 
                consciente o de tener cada vez más alma y poder afirmar así en 
                el ámbito de lo creado aquel inefable sentido de Síntesis, el 
                Centro Omega de todo proceso creador. 
                
                Podríamos representar la Ley del Espíritu como el impulso básico 
                y esencial de la Creación y la Ley de la Materia como una 
                expresión objetiva y mágica de aquel impulso, ordenando el 
                proceso de la evolución de acuerdo con aquella parte del 
                Espíritu presente en toda posible manifestación de forma, que 
                llamamos Alma, Cualidad o Conciencia y situando entre el 
                Espíritu y el Alma o entre el Alma y la forma física a aquellos 
                excelsos, invisibles e inconcebibles Agentes divinos que 
                llamamos Angeles o Devas, los fieles intérpretes de la Voluntad 
                de Dios. 
                
                Y son precisamente tales misteriosos Agentes de la Divinidad, 
                los que en la línea de nuestro estudio y en la honestidad de 
                nuestras investigaciones esotéricas consideramos como las 
                Semillas del Bien Cósmico. Del Espíritu a la Materia, siguiendo 
                la inefable Ruta de los Dioses, el Espíritu del Bien, el impulso 
                creador se reviste de substancia material, una substancia que 
                los Angeles fabrican con ETER de todas las posibles densidades 
                en el interior de aquel sublime Espacio que esotéricamente 
                definimos como el Círculo-no-se-pasa de la evolución Logoica y 
                más allá del cual se halla el Espacio contenedor de otro 
                Universo en donde -utilizando inteligentemente la analogía- se 
                inicia el Círculo-no-se-pasa o las fronteras cósmicas en donde 
                otro sublime Logos ha encerrado el Karma de Su Vida para 
                realizar un nuevo proceso creador y recorrer otro indescriptible 
                Camino evolutivo. Pero, el Espíritu en la Materia, la cual 
                representa el aspecto negativo del proceso, el aspecto del Mal, 
                en el sentido del esfuerzo, de la lucha y del desesperado 
                intento de redención o liberación halla también su 
                representación en los Devas constructores de la Forma, en 
                aquellos otros Agentes invisibles aunque eternamente presentes 
                que en multiplicidad de huestes y jerarquías, laboran en el seno 
                de la substancia material tratando de construir para el Espíritu 
                divino la más adecuada expresión al Karma de Su Vida 
                representado en las Leyes de la Necesidad que todos los Logos 
                creadores acatan en los abismales repliegues de Sus insondables 
                conciencias. 
                
                
                La Lucha del Bien y el Mal, la Base Mística de 
                la Creación 
                
                Si las ideas que acabamos de exponer han sido adecuadamente 
                interpretadas, se llegará fácilmente a la conclusión de que en 
                las inmensas soledades cósmicas y en los divinos Espacios 
                intermoleculares de donde extraen los Logos su inconcebible 
                potencia creadora, existe una constante lucha -o quizás sería 
                mejor decir un permanente intento de reconciliación- entre el 
                Bien y el Mal, siendo tales actividades las precursoras de todo 
                posible Universo ya que las Leyes de la Polaridad constituyen, 
                como anteriormente señalamos, el eje mágico de la evolución 
                alrededor del cual giran todas las expresiones de Vida cósmica, 
                desde el inicio de una Nebulosa en substancia etérica de la más 
                sublime sutilidad, hasta que el misterio alquímico de la 
                substanciación angélica la convierte en un maravilloso Universo 
                dotado de todas las infinitas cualidades de la Vida. Así, el 
                orden universal sigue su marcha y el impulso creador eternamente 
                renovado extrae del seno profundo del Espacio todo tipo de Eter 
                cualificado que convenientemente estructurado por las Entidades 
                Angélicas siguiendo un riguroso método de proporción y sabias 
                medidas que son la esencia de sus vidas entregadas a la 
                perfección de la Forma, se convertirá en el adecuado Cáliz que 
                ha de contener el Verbo de la Experiencia, de la Visión y de la 
                Revelación de un Logos creador. 
                
                Desde el ángulo de vista angélico, que es el que nos interesa 
                captar y tratar de comprender, la lucha entre el Bien y el Mal 
                tal como aparece ante nuestra humana visión, se aprecia como un 
                claro intento de unión y reconciliación del Espíritu y la 
                Materia, siendo los Angeles los misteriosos Agentes de tal 
                intento. Toda su obra, desde el inicio del Sistema solar por 
                medio de una Nebulosa hasta la consumación del último 
                Manvántara, es de armonía y equilibrio, ya que su objetivo es la 
                Forma perfecta. Desde un buen principio y utilizando la mecánica 
                de una inteligencia más allá de nuestro alcance, elaboran la 
                materia, la dignifican con sus vidas de armonía y le infunden un 
                orden de proporción y de crecimiento que regirá las sabias 
                medidas, justas y equilibradas a las cuales deberán ajustarse 
                todas las formas expresivas de la Naturaleza. Estas sabias 
                medidas que rigen la perfecta proporción de todas y cada una de 
                las cosas creadas, fueron antaño un secreto iniciático que los 
                grandes artistas del pasado lograron conquistar y las legaron al 
                mundo de la construcción y del arte creador bajo la denominación 
                técnica de medidas áureas o medidas solares. Estas medidas 
                áureas que rigen las proporciones justas y correctas de todos 
                los cuerpos físicos de la Naturaleza constituyen misteriosamente 
                la conciencia de los Devas y es por medio de ellas que 
                construyen las formas perfectas que admiramos por doquier, 
                singularmente en el Reino vegetal en donde Dios, nuestro Logos 
                solar, ha depositado por razones intimas de carácter cósmico Su 
                especial preferencia. La perfección angélica, vista desde el 
                ángulo más profundamente esotérico, viene determinada por la 
                evolución de las medidas áureas que utilizan en su trabajo de 
                construir formas de Materia para el Espíritu creador, pudiendo 
                asegurar que tal perfección culmina siempre con la plasmación o 
                realización de los llamados ARQUETIPOS, es decir, la encarnación 
                perfecta de la Idea de Dios con respecto a un Plano de la 
                Naturaleza, a un definido Reino, a una Raza humana, a una 
                determinada especie dentro de un Reino o a un ser humano que 
                alcanzó la liberación... El ARQUETIPO es, por tanto, el Centro 
                místico del Intento creador, el vórtice de energía dinámica que 
                preside el proceso incesante de la evolución. Realizar el 
                Arquetipo presupone tanto para los Angeles como para los hombres 
                el objetivo místico de la propia perfección; los hombres por la 
                comprensión perfecta de las ideas sublimes encerradas en la 
                Mente de Dios y constituyendo Misterios iniciáticos; los 
                Angeles, porque supieron interpretar adecuadamente la forma de 
                administrar tales Misterios y fueron capaces de construir en 
                consecuencia la Estructura molecular idónea, sabiamente 
                calculada y maravillosamente dispuesta para poder albergar aquel 
                Cuerpo de Misterios que el hombre introducía en su interior. De 
                esta manera, siempre veremos surgir del glorioso intento creador 
                incontenibles huestes angélicas llevando escritas en sus 
                radiantes auras magnéticas de sublime vibración las suaves 
                medidas áureas a las cuales ajustan perennemente su acción en el 
                tiempo las indescriptibles perfecciones cósmicas. 
                
                La perfección de un estado natural u original parece también, 
                desde el ángulo psicológico, como una medida áurea o solar cuya 
                singularidad y sentido de divina proporción son asimismo una 
                obra angélica, de manera que si elevando la idea intelectual a 
                la concepción sensible del verdadero artista creador tuviésemos 
                que describir la obra de los Angeles en relación con la 
                manifestación infinita de la Naturaleza, no podríamos hacerlo 
                sino que en términos de sabias y armónicas proporciones, siendo 
                esta perfección la que el hombre debe copiar psicológicamente de 
                la Naturaleza como el único y adecuado Camino de Unión y 
                Reconciliación con la Vida maravillosa de los Angeles. 
                
                Es al llegar a este punto de comprensión que la Vida del 
                Universo, del planeta, de la Naturaleza o del hombre empieza a 
                adquirir su verdadero significado y a considerar que la analogía 
                -que es la medida proporcional por excelencia en orden al 
                conocimiento superior- le deparará siempre al ser humano de 
                espíritu investigador la clave mística del reconocimiento 
                integral de todas las cosas. La Vida del Universo que es un 
                concepto total en el sentido del conocimiento esotérico, se 
                manifiesta como una Realidad cuya medida espiritual e inmaculado 
                sentido de la proporción se hallan presentes en todas y cada una 
                de las cosas de la Naturaleza, siendo todas ellas perfectas pues 
                perfectas son -de acuerdo con su particular y bien definida 
                misión- las fuerzas naturales o dévicas que siguiendo las 
                directrices de las medidas y proporciones solares, construyen 
                los elementos moleculares mediante los cuales son estructurados 
                los Universos... La perfección de los estados de conciencia de 
                los hombres y los exaltados impulsos de mística reverencia de 
                sus almas espirituales, contemplados por un Deva de exaltada 
                evolución, aparecerán siempre como suaves medidas de proporción 
                cósmica. Por ello, cuando en escritos anteriores habíamos 
                afirmado que el hombre es la medida de la Creación, no hacíamos 
                sino preludiar estas otras afirmaciones sobre la proporción 
                cósmica de esta medida y presentar a la humanidad como uno de 
                los objetivos principales de la atención de Dios en esta 
                presente fase de cumplimiento universal en lo que al planeta 
                Tierra se refiere. 
 
                
                
                El Misterio del Espacio y del Tiempo 
                
                A medida que avanzamos en nuestro estudio esotérico sobre los 
                Angeles, más grande es nuestra convicción de que la Trinidad 
                compuesta por los aspectos de Vida, Conciencia y Forma se hallan 
                presentes por doquier, no sólo en lo objetivo, concreto y 
                tangible, sino también en los misteriosos mundos subjetivos en 
                donde nuestros sentidos físicos no tienen todavía un pleno 
                acceso, pero en donde nuestra mente investigadora que se ha 
                hecho vulnerable a las sutilidades íntimas del Espacio, descubre 
                un insospechable orbe lleno de las más complejas, bellas e 
                inimitables formas. Llegamos a descubrir también, en alas de 
                nuestro sentido investigador, áreas insospechables de vida y de 
                conciencia bajo aspectos y figuras de entidades psicológicas y 
                psíquicas, en aquellas místicas regiones consideradas hasta aquí 
                como sutiles abstracciones filosóficas, es decir, las 
                contenedoras o recipientes del Espacio y del Tiempo. Desde el 
                momento en que hemos descubierto este nuevo y maravilloso mundo, 
                lleno de mágicas influencias celestes flotando incesantemente a 
                nuestro alrededor y hemos establecido un cierto e inteligente 
                contacto con las fuerzas dévicas o angélicas de la Naturaleza, 
                las más filosóficas abstracciones aparecen ante nuestra 
                observación como actividades psicológicas y realidades 
                científicas en todos los niveles posibles de vida y existencia 
                en el dilatado campo expresivo de la Naturaleza. 
                
                Hemos llegado así a la conclusión de que el Espacio en su 
                absoluta integridad es una Entidad psíquica, inteligente y de 
                carácter angélico poseyendo una extraordinaria e insospechable 
                capacidad de reacción a todas y cada una de nuestras actividades 
                humanas, desde las más sencillas como el respirar y la 
                asimilación de los alimentos hasta las que motivan las más 
                audaces aventuras a la búsqueda de la Verdad espiritual más 
                profunda e incluyente. Tales reacciones obedecen siempre, no lo 
                olvidemos, a las sabias previsiones de la Divinidad en Su 
                voluntad de registrar en Su omniabarcante Conciencia la 
                experiencia psicológica, espiritual o mística que resulta del 
                contacto del ser humano y de todos los demás seres vivientes de 
                la Naturaleza con la Entidad Espacio, la cual, en cada uno de 
                sus infinitos repliegues místicos, alberga a aquella otra 
                Entidad Angélica, parte consubstancial de su Vida, que llamamos 
                Tiempo y cuya acción, apreciada desde el ángulo esotérico, 
                aparece como Energía, lo mismo que hacemos cuando consideramos 
                la actividad de los Angeles o los Devas. El Espacio y el Tiempo 
                guardan aparentemente una relación muy similar a la del Espíritu 
                y la Materia, pudiendo ser medidas las naturales e inevitables 
                reacciones del Espacio en aspectos de Tiempo, variando el 
                concepto de Tiempo como Entidad, o como Energía, de acuerdo con 
                la evolución de cada uno de los Universos que constituyen un 
                Sistema cósmico o un grupo de Galaxias. 
                
                A medida que vayamos profundizando en la vida de los Devas, 
                singularmente en la de Aquellos que de manera misteriosa 
                constituyen la contraparte mística de la humanidad, nuevos 
                conceptos filosóficos y más elevadas analogías aparecerán ante 
                nuestras investigaciones, adquiriendo valores objetivos las más 
                profundas abstracciones y reconociendo que todo cuanto existe es 
                la obra de una prodigiosa hueste de Entidades dévicas, 
                funcionando sincrónicamente con el Propósito infinito de una 
                Voluntad Cósmica que trasciende por completo nuestro más elevado 
                entendimiento. Pero, reconociendo el hecho, investigaremos las 
                leyes divinas a nuestro alcance para intentar descubrir algunos 
                de sus secretos o misterios, los cuales constituyen el objetivo 
                de todas nuestras investigaciones ocultas. El primero de tales 
                secretos será, sin duda, el reconocimiento intuitivo -que más 
                adelante será científico- de que las múltiples Jerarquías 
                Angélicas del Universo constituyen la Entidad Espacio; el 
                segundo lo constituirá el reconocimiento de que las actividades 
                de los seres humanos y de todas las humanidades y seres 
                vivientes de los planetas de nuestro Sistema solar son las 
                motivadoras de aquella otra indescriptible Entidad psicológica 
                que en su integridad llamamos Tiempo. Resulta enormemente 
                curioso y al propio tiempo singularmente aleccionador relacionar 
                ambas Entidades con las ideas de Espíritu y Materia y, en una 
                más técnica demostración objetiva, con las del Reino de los 
                Angeles y el Mundo de los hombres. Se abre entonces un nuevo 
                ciclo de investigación esotérica, el cual vendrá seguramente a 
                demostrar que en toda universal actividad dentro de la infinita 
                grandiosidad del Cosmos, concurren tres aspectos esenciales: 
                
                a. El Espacio 
                b. El Tiempo 
                c. El factor Luz, mediante el cual Espacio y Tiempo pueden ser 
                relacionados. 
                
                
                Al llegar a esta conclusión, la idea más importante a considerar 
                de acuerdo con nuestras investigaciones sobre el mundo dévico. 
                es la inevitable relación Espacio - Luz - Tiempo con respecto a 
                la producción de los ambientes sociales que se hallan en la base 
                de las distintas civilizaciones y culturas de la humanidad y 
                constituyen los aspectos fundamentales de la historia. Desde tal 
                ángulo de vista podríamos llegar a una analogía de síntesis. Por 
                ejemplo: 
                
            
                
                
                Démonos cuenta así que la historia que registran objetivamente 
                los éteres del Espacio, o Memoria Cósmica de la Naturaleza, no 
                es sino la condensación de las culturas que segregaron 
                subjetivamente las grandes civilizaciones planetarias en el 
                proceso eternamente incansable y vibrante de la evolución. 
                Bastará recordar, en todo caso, cuanto hasta aquí fue dicho en 
                relación con las vidas dévicas y sus incesantes contactos con la 
                vida de la Naturaleza, de la cual el hombre forma parte, y 
                considerar que las contracciones y dilataciones del éter que 
                preludian las infinitas creaciones universales, son la obra de 
                los trabajadores invisibles del mundo oculto, o devas 
                constructores, los cuales, con la luz o la energía de sus vidas 
                tejen -tal como místicamente se dice- todas las formas objetivas 
                y subjetivas del Universo. De ahí que desde el ángulo esotérico, 
                ciertas jerarquías dévicas o angélicas son consideradas el 
                aspecto LUZ que ilumina, o la ENERGIA que vivifica los mares 
                insondables del Espacio, de la misma manera que las actividades 
                de los hombres en sus múltiples niveles determinan el fenómeno 
                misterioso del Tiempo. De esta manera, el maravilloso enigma que 
                subyace en el crecimiento de la más humilde planta, como el que 
                se revela en la forma mística, esencialmente geométrica, de una 
                delicada flor, de un pájaro o del propio ser humano, puede ser 
                medido siempre en términos de Espacio y Tiempo, relacionados y 
                vinculados por el factor Luz, constituyendo estos tres elementos 
                la gloria infinita de la Divinidad en su incansable esfuerzo por 
                SER y por REALIZAR, determinantes del proceso de la Evolución.
                
                
                Si nos atenemos a estas conclusiones, cuando leamos o estudiemos 
                las páginas de la historia planetaria y enfrentemos los hechos 
                históricos creados por las distintas civilizaciones y culturas 
                del pasado, nuestra mente investigadora penetrará, por analogía, 
                en el carácter psicológico de los hombres que las crearon y 
                comprobará la calidad específica de los Angeles que 
                intervinieron en su manifestación y estructuración, ya se trate 
                de las civilizaciones egipcia, helénica, etrusca o maya o 
                aquella otra, de carácter cósmico, que produjo la gloria del 
                Renacimiento, cuyas bases culturales constituyen todavía, en las 
                postrimerías de este siglo XX, unos ARQUETIPOS de inspiración y 
                perfección para la Raza humana. 
                
                Tal como hemos dicho en otras varias ocasiones, el hombre piensa 
                y, consciente o inconscientemente, CREA y el Angel segrega de Sí 
                la energía que corresponde al pensamiento humano; así, de 
                acuerdo con la cualidad del mismo pacientemente ELABORA y 
                CONSTRUYE las condiciones precisas de la existencia organizada 
                de la humanidad. No existe, por tanto, Separatividad entre ambos 
                mundos, el angélico y el humano, pues el sentido del axioma 
                oculto ..la energía sigue al pensamiento es de orden cósmico y 
                no existe impulso alguno de vida en el planeta o en el Universo 
                que no halle en cualquier tipo de Deva la oportunidad infinita 
                de manifestarse. Y esto no reza solamente para los Reinos 
                inferiores de la Naturaleza y para la humanidad, sino también 
                para los Reinos superiores, pues la historia es la misma, aunque 
                escrita con distintos caracteres, en la Vida inconmensurable del 
                Creador. El aspecto práctico de esta conclusión es que todos 
                contribuimos con nuestros pensamientos, emociones y humanas 
                actitudes a escribir la historia del tiempo, pero sólo los 
                sabios conocedores serán capaces de recubrir sus imperecederas 
                páginas con las doradas túnicas de la experiencia espiritual. 
                Hay, pues, grandes responsabilidades en el orden individual y 
                social, así como oportunidades múltiples de realización si se es 
                consciente de la obra mística de la Naturaleza que la vida de 
                los Angeles nos está constantemente señalando. Es sólo cuestión 
                de abrir los ojos para ver y afinar cuidadosamente el oído para 
                oír, pues todo está hecho ya de acuerdo con los grandes patrones 
                históricos y Arquetipos sublimes vibrantes en los mundos 
                ocultos, desde donde los Angeles, las energías espirituales que 
                siguen y persiguen los pensamientos de los hombres, aguardan con 
                infinita paciencia que la voluntad humana sea fuerte y audaz y 
                decida penetrar con mente clara y corazón puro en sus divinos 
                retiros e inconcebibles santuarios...